Marzo arrojó un superávit comercial de bienes de casi USD 1.200 millones. De esta forma, más que revirtió el déficit de USD 550 millones alcanzado en igual mes del año pasado. Lamentablemente, esta dinámica positiva obedeció al desplome de las importaciones (-33,7% i.a.) ya que las exportaciones también se contrajeron en la comparación interanual (-5,0% i.a.).
Si bien en momentos de escasez de oferta de divisas lo más relevante es el valor exportado –la cantidad de dólares genuinos que ingresa al país-, cabe destacar que la caída respondió a la baja de los precios (-5,2% i.a.) ya que las cantidades crecieron levemente respecto de marzo 2018 (+0,3% i.a.). En este punto, vale señalar el deterioro de los envíos a Brasil (-13% i.a.), ya que el resto de los principales destinos mostraron un avance. El retroceso constante de las expectativas de crecimiento de nuestro principal socio comercial es una mala noticia, dado que obliga a fortalecer nuevos destinos y mercados en un contexto interno recesivo; es decir, añade un foco de conflicto más en momentos de demanda interna anémica.
Por su parte, en el acumulado anual, la balanza comercial de bienes muestra un saldo positivo mayor a USD 2.000 millones, dando vuelta el rojo de USD 2.400 millones alcanzado en el período enero-marzo del año pasado. Al igual que en el dato mensual, esta evolución favorable responde íntegramente al retroceso de las importaciones (-28% i.a.), ya que las exportaciones caen 2,3% i.a. en relación al comienzo de 2018.
Para el acumulado anual, proyectamos un superávit comercial de bienes cercano a USD 8.500 millones. Este resultado sería la consecuencia de envíos al exterior que crecerían alrededor de 7% en 2019, impulsados por una cosecha récord y el excedente exportable que está dejando un consumo interno deprimido sumado a un tipo de cambio más competitivo a lo largo del año, y un retroceso de 12% i.a. de las importaciones consecuencia de la recesión que pesa sobre la demanda interna. Considerando la importante necesidad de dólares genuinos que posee nuestro país (fundamentalmente, para el pago de intereses de la deuda), este resultado positivo es una buena e importante noticia.
No obstante, la política errática del gobierno nacional, la falta de previsibilidad sobre la evolución del tipo de cambio real –que una vez más parece ser una variable secundaria en un año electoral- y que parte del objetivo fiscal se intente alcanzar a través de una mayor carga impositiva para los exportadores y un freno a las mejoras en infraestructura (doble golpe a la competitividad no cambiaria) no aportan perspectivas optimistas de cara al corto plazo: en cuanto la actividad económica comience a recuperarse, reaparecerán los viejos problemas y el déficit comercial no tardará en volver a manifestarse.