La inflación se aceleró marginalmente en agosto

El IPC Nacional elaborado por el INDEC mostró una suba mensual del 4,2% en agosto, mostrando una aceleración de 0,2 puntos porcentuales con respecto al dato de julio y ubicándose por segundo mes consecutivo por encima de las expectativas del mercado (3,9% según la mediana del REM). Con este dato, el IPC Nacional acumula una suba del 94,8% lo que va del año y un incremento interanual del 236,7% (-26,7 p.p.).

En cuanto a las categorías, se destaca la aceleración de la inflación núcleo (que mide la tendencia de los precios al excluir estacionales y regulados): alcanzó el 4,1% mensual luego de un 3,8% en julio y un 3,7% tanto en mayo como en junio. Por su parte, si bien los Estacionales jugaron a favor (+1,5% mensual contra un +5,1% en julio), los Regulados impulsaron el índice al alza (+5,9% contra un 4,3% en julio).

Dado que el Gobierno actual tiene como principal bandera la reducción sostenida de la inflación, esta resistencia a la baja (incluso con leves repuntes) complejizan el panorama hacia adelante, no sólo desde una perspectiva económica, sino también política. Si bien hasta el momento la caída de la demanda doméstica y el sostenimiento del crawling peg al 2% mensual fueron las principales anclas inflacionarias, en los próximos meses aparecen dudas en torno a su sostenibilidad.

Se aceleró en el margen la inflación mensual

El IPC Nacional elaborado por el INDEC mostró una suba mensual del 4,2% en agosto, mostrando una aceleración de 0,2 puntos porcentuales con respecto al dato de julio y ubicándose por segundo mes consecutivo por encima de las expectativas del mercado (3,9% según la mediana del REM). Con este dato, el IPC Nacional acumula una suba del 94,8% lo que va del año y un incremento interanual del 236,7% (-26,7 p.p.).

En cuanto a las categorías, se destaca la aceleración de la inflación núcleo (que mide la tendencia de los precios al excluir estacionales y regulados): alcanzó el 4,1% mensual luego de un 3,8% en julio y un 3,7% tanto en mayo como en junio. Por su parte, si bien los Estacionales jugaron a favor (+1,5% mensual contra un +5,1% en julio), los Regulados impulsaron el índice al alza (+5,9% contra un 4,3% en julio).

Con respecto a los Regulados, estuvieron impulsados por los aumentos en tarifas de servicios públicos, prepagas, telefonía y educación. De hecho, Vivienda, agua, electricidad, gas y otros combustibles mostró una suba mensual del 7,1% a nivel nacional, siendo la división con mayor aumento. Sólo este capítulo explicó 0,7 p.p. del nivel general.  

Por su parte, los Alimentos y bebidas (+3,6%) aceleraron por segundo mes consecutivo. Pese a la aceleración, el capítulo fue importante para el registro del nivel general: de excluirlo, la inflación hubiera sido del 4,4%.

A su interior, se destaca el despertar en los precios de algunos productos frescos, que venían contribuyendo a la desaceleración de los alimentos y bebidas. Por caso, las carnes subieron 4,2% (el mayor registro desde abril) y los lácteos 4,1%. Por el contrario, las verduras desaceleraron al 3,4% (-2,7 p.p.), aunque sólo en lo que va del año tuvieron un aumento del 154,7%, casi 60 puntos porcentuales por encima del Nivel General.

En esta misma línea, por séptimo mes consecutivo los precios de los Bienes (+3,2% mensual) se movieron a una velocidad considerablemente menor a la de los Servicios (+6,5%). Esta situación es contraria a la de 2023, donde los bienes (que subieron 223,1% en el año) corrían bien por encima de los servicios (+153,8% en 2023), principalmente debido al congelamiento de las tarifas de servicios públicos, vigente durante casi todo el año.

En otro orden, las canastas que determinan la línea de pobreza e indigencia también se aceleraron en agosto. La Canasta Básica Alimentaria (CBA) creció un 3,9% mensual, acelerándose 0,8 puntos porcentuales con respecto a julio. Del mismo modo, la Canasta Básicas Total (CBT) se incrementó un 4,4% en el octavo mes del año, 1,3 puntos porcentuales por encima de la variación mensual de julio (3,1%).

¿Qué esperamos hacia adelante?

En lo inmediato, la baja del Impuesto PAIS vigente desde el 2 de septiembre (se redujo del 17,5% al 7,5% para las importaciones de bienes y fletes) podría ser una herramienta que ayude a reducir el nivel de precios de los bienes transables en el noveno mes del año, aunque será esencial mantener las expectativas de devaluación a raya para que ese menor costo sea percibido como sostenible. Por ende, estimamos que el alcance sería limitado.

A su vez, en septiembre impactarán puntualmente aumentos en combustibles (de la zona del 3% para el interior del país y 7% para CABA), tarifas de agua (4,84%), de electricidad y gas (4% promedio) y prepagas (entre 4,9% y 7,8%). Además, los boletos de tren del AMBA aumentarían 40% en promedio desde mediados de septiembre.

Dado que el Gobierno actual tiene como principal bandera la reducción sostenida de la inflación, esta resistencia a la baja (incluso con leves repuntes) complejizan el panorama hacia adelante, no sólo desde una perspectiva económica, sino también política. En tal sentido, no esperamos grandes actualizaciones tarifarias en el corto plazo que compliquen aún más el objetivo desinflacionario.

Si bien hasta el momento la caída de la demanda doméstica y el sostenimiento del crawling peg al 2% mensual fueron las principales anclas inflacionarias, en los próximos meses aparecen dudas en torno a su sostenibilidad. En cuanto a la demanda, los indicadores adelantados de actividad mostraron un repunte para julio (aún no tan claro en agosto), lo cual invita a pensar si la eventual recuperación del consumo dotará o no de mayor margen a los empresarios para traspasar el incremento de costos (asociados no sólo a salarios, sino también a subas en tarifas) a precios. En otras palabras, la dinámica de la inercia en los precios se hace cada vez más presenta en el IPC con el correr de los meses.

Con respecto al frente cambiario, una moderación de la inflación no podrá percibirse como sostenible en el tiempo hasta que el Gobierno no resuelva el problema pendiente con el cepo cambiario. Cualquier eventual corrección cambiaria implicaría un reacomodamiento en los precios que aceleraría la inflación -aunque lejos de los niveles de comienzos de año-. Caso contrario, si el gobierno decide sostener el cepo -con un crawling peg de 2%- o salir gracias a una eventual convergencia de las cotizaciones paralelas con el dólar oficial, la inflación podría retomar el sendero bajista. Sin embargo, las condiciones macroeconómicas vigentes hacen que esta decisión incurra en ciertos riesgos, principalmente en el frente externo.

¿La inflación encontró su piso?

La inflación se moderó levemente en julio

La Inflación a Nivel Nacional publicada por el INDEC mostró una suba mensual del 4% en julio, evidenciando una desaceleración de 0,6 puntos porcentuales con respecto a junio, aunque ubicándose levemente por encima de las expectativas del mercado para el mismo mes (3,9%). Con este dato, la inflación interanual asciende al 263,4% y acumula un 87% en los primeros siete meses del año.

En cuanto a las categorías, la medición Núcleo (excluye estacionales y regulados) subió 3,8% en junio, 0,1 p.p. por encima que mayo y junio, evidenciando una dificultad de la inflación a la hora de romper la inercia. Por su parte, los Estacionales lideraron el incremento (+5,1%), traccionados por subas en frutas y verduras, mientras que los Regulados subieron un 4,3% por subas en cigarrillos y en tarifas en algunas regiones del país.

A nivel regional, la inflación no estuvo exenta de heterogeneidades: mientras que en el noreste del país el aumento del nivel de precios fue de 4,6% (traccionado por aumentos en tarifas que impactaron en julio, mientras que en el resto del país lo hicieron en junio), la inflación del noroeste fue de 3,6%.

Por su parte, los Alimentos y bebidas (+3,2%) aceleraron 0,2 p.p. pero se mantuvieron bien por debajo del nivel general. El capítulo fue clave para el registro del nivel general: de excluirlo, la inflación hubiera sido del 4,4%.  A su interior, se destaca la aceleración de las frutas (6,9%) y verduras (6,1%), producto de las heladas acaecidas durante el mes, mientras que el resto de los alimentos se mantuvo en la zona del 2,5%.

En esta misma línea, por sexto mes consecutivo los precios de los Bienes (+3,2% mensual) se movieron a una velocidad considerablemente menor a la de los Servicios (+6.4%). Así, a diferencia del año pasado, los aumentos de los servicios se mantienen por encima de los bienes: en lo que va del año estos últimos subieron casi 75%, al tiempo que los servicios subieron casi 130%, aunque claro está, la diferencia es menor si comparamos con los servicios privados (+90%) dado el importante avance de los servicios públicos (216%).

Estas dos velocidades entre bienes y servicios son parte de la diferencia que pueden existir entre el índice que elabora el INDEC y el que confecciona el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, que dio 5,1% en el mes de julio. Sin embargo, esta discrepancia se debe a las distintas ponderaciones de los bienes y servicios que componen los índices, siendo estos últimos los que mayor pesan en el índice porteño. Por lo tanto, si estos crecen más que los bienes, impulsará el IPC CABA, más aún si en la ciudad se suceden aumentos puntuales mayores, como seguramente ocurra en los próximos meses con el boleto de colectivo y subte.

¿Qué esperamos para los próximos meses?

Los datos de julio reflejan que la desaceleración vertiginosa de la inflación iniciada a principios de año comienza a tener dificultades para sostenerse en el tiempo. Será difícil que la inflación siga bajando en los próximos meses al mismo ritmo que mostró hasta el momento: es más fácil bajar una inflación desde el pico de un shock nominal (salto discreto del tipo de cambio y ajustes de precios relativos) que cuando se acerca a su velocidad crucero.

En el mediano plazo, la eventual recuperación de la economía a través de la mejora del poder adquisitivo podría incentivar nuevas rondas de aumentos en bienes y servicios que perciban un atraso relativo de su producto en un contexto de mayor demanda. Esto también tiene un impacto por el lado de la oferta en tanto las empresas decidan trasladar costos salariales al precio final. Por caso, los salarios crecieron por encima de la inflación en el segundo trimestre, al tiempo que los servicios privados crecieron 11 p.p. más que los bienes durante dicho período.

Finalmente, todavía queda por ver cual será la salida que tome el gobierno al cepo cambiario. Cualquier eventual corrección cambiaria, por más que sea a los niveles actuales del tipo de cambio paralelo implicará un reacomodamiento en los precios que acelerará la inflación -aunque lejos de los niveles de comienzos de año-. Caso contrario, si el gobierno decide sostener el cepo -con un crawling peg de 2%- o salir gracias a una eventual convergencia de las cotizaciones paralelas con el dólar oficial, la inflación podría sostener el sendero de desinflación. Sin embargo, las condiciones macroeconómicas vigentes hacen que esta decisión incurra en ciertos riesgos, principalmente en el frente externo.

La inflación interrumpió su desaceleración

Aceleración en junio debido a los Regulados

La inflación nacional fue del 4,6% en junio, acelerándose 0,4 p.p. respecto a mayo según el Índice de Precios al Consumidor del INDEC. Se trata del sexto mes consecutivo donde el registro estuvo por debajo de las expectativas del mercado (REM-BCRA), que proyectaba un 5,2%.  Con este dato, la inflación interanual asciende al 271,5% y acumuló un 79,8% en el primer semestre del año.

La suba de los precios al consumidor de junio estuvo principalmente traccionada por los ajustes en los precios Regulados: mostraron un incremento del 8,1% mensual impulsados por los aumentos en tarifas de servicios públicos, prepagas, telefonía y educación. De hecho, Vivienda, agua, electricidad, gas y otros combustibles mostró una suba mensual del 14,3% a nivel nacional, siendo la división con mayor aumento. Sólo este capítulo explicó 1,4 p.p. Es decir, de no ser por estos aumentos, la inflación habría estado cómodamente por debajo del 4% en el sexto mes del año.

En este sentido, la medición Núcleo (excluye estacionales y regulados) subió 3,7% en junio, mismo valor que en mayo. ¿Se romperá este piso en el corto plazo considerando el aumento en la brecha de las últimas semanas?

Por su parte, los Alimentos y bebidas (+3%) desaceleraron 1,8 p.p. El capítulo fue clave para el registro del nivel general: de excluirlo, la inflación hubiera sido del 5,2%.  A su interior, se destaca la relativa calma de los alimentos frescos: las carnes aumentaron 1,5%, las Frutas cayeron 0,7% (acumulan tres meses con variaciones negativas) y las verduras crecieron “sólo” 5,7%, luego de 7 meses con registros de dos dígitos. En esta misma línea, por quinto mes consecutivo los precios de los Bienes (+3,1% mensual) se movieron a una velocidad considerablemente menor a la de los Servicios (+8,7%).

¿Qué esperamos?

Los datos de junio reflejan que el sendero de desaceleración de la inflación iniciado a principios de año comienza a tener dificultades para sostenerse en el tiempo.

El hecho que sea más fácil bajar una inflación desde el pico de un shock nominal que cuando se acerca a su velocidad crucero tiene que ver con los diferentes factores que pueden volverse relevantes una vez disipado el shock inicial. A los aumentos de tarifas de junio le seguirá el efecto de segunda ronda de estos, posiblemente un mayor dinamismo en los precios Estacionales producto de heladas en diversas zonas productivas y no se debe descartar un impacto del aumento de la brecha en los precios de los bienes, considerando también que esto implica una suba del tipo de cambio exportador. Como aliciente, la inminente baja del impuesto PAIS podría jugar a favor de la desaceleración, puntualmente en los bienes.

En el mediano plazo, la eventual recuperación de la economía a través de la mejora del poder adquisitivo podría incentivar nuevas rondas de aumentos en bienes y servicios que perciban un atraso relativo de su producto en un contexto de mayor demanda. Esto también tiene un impacto por el lado de la oferta en tanto las empresas decidan trasladar costos salariales (los salarios habrían crecido por encima de la inflación en el segundo trimestre) al precio final.

Finalmente, todavía queda por ver cual será la salida que tome el gobierno al cepo cambiario. Cualquier eventual corrección cambiaria, por más que sea inferior a los niveles actuales del tipo de cambio paralelo (el dólar blue alcanzó hoy un récord nominal de $1.500 y el MEP y CCL se mantienen por encima de los $1.400), implicará un reacomodamiento en los precios que acelerará la inflación -aunque lejos de los niveles de comienzos de año-. Caso contrario, si el gobierno decide sostener el cepo -con un crawling peg de 2%- o “salir” gracias a una eventual convergencia de las cotizaciones paralelas a la zona de $1000 la inflación podría sostener el sendero de desinflación. Las condiciones macroeconómicas vigentes hacen que esta decisión incurra en ciertos riesgos, por lo que vemos que este escenario no es tan probable en lo que resta del año.

Inflación a la baja en abril: buscando el nuevo piso inercial

Nueva moderación inflacionaria en abril

La inflación Nacional fue del 8,8% en abril, desacelerándose 2,2 p.p. respecto a marzo según el Índice de Precios al Consumidor del INDEC. Se trata del quinto mes consecutivo donde el registro estuvo por debajo de las expectativas del mercado (REM-BCRA), que proyectaba un 9% para el mismo mes. Con este dato, la inflación interanual asciende al 289,4% y acumula un 65% en el primer cuatrimestre del año.

La suba de los precios al consumidor en el cuarto mes del año estuvo principalmente traccionada por los ajustes en los precios Regulados: mostraron un incremento del 18,4% mensual impulsados por los aumentos en servicios públicos y prepagas. De hecho, Vivienda, agua, electricidad, gas y otros combustibles mostró una suba mensual del 35,6% a nivel nacional en abril, siendo la división con mayor aumento.

Sin embargo, la novedad del mes pasó por la velocidad que reflejó la medición Núcleo (excluye estacionales y regulados): subió un 6,3% en abril, ubicándose 3,1 puntos porcentuales por debajo de marzo y alcanzando la variación mensual más baja en los últimos 15 meses. A su vez, los precios Estacionales subieron un 9,9%.

Por su parte, los alimentos y bebidas (+6%) mostraron una variación por debajo del nivel general por cuarto mes consecutivo. A su interior, se destacan no sólo las subas en verduras y lácteos, sino también las caídas evidenciadas en frutas. Justamente, el capítulo fue clave en la moderación del nivel general: en caso de excluirlo, la inflación mensual se hubiera mantenido en el doble dígito para abril. En esta misma línea, por tercer mes consecutivo los precios de los Bienes (+6,3% mensual) se movieron a una velocidad considerablemente menor a la de los Servicios (+16,5%).

¿Se mantiene la desaceleración?

La desaceleración de la inflación más rápida de lo previsto tiene sus fundamentos en 4 elementos principales: 1) La fuerte recesión y caída del consumo; 2) El sostenimiento del crawling peg al 2% mensual para el tipo de cambio oficial; 3) La estabilidad nominal en los dólares financieros (impactan en los precios vía los importadores que operan por fuera del MULC); y 4) La continua postergación de las subas en tarifas y combustibles (lo mismo ocurriría en mayo).

Pensando en mayo, la persistencia de estos 4 elementos y la notoria moderación la inflación Núcleo (refleja la velocidad crucero de los precios) inducirían una nueva moderación inflacionaria. En este contexto, el Gobierno estaría priorizando la baja de la inflación por sobre otros objetivos tanto por cuestiones políticas como económicas.

Sin embargo, ya en los meses siguientes aparecerá la parte más complicada del sendero de desaceleración. Será difícil que la inflación siga bajando en los próximos meses al mismo ritmo que mostró hasta el momento: es más fácil bajar una inflación desde el pico de un shock nominal (salto discreto del tipo de cambio y ajustes de precios relativos) que cuando se acerca a su velocidad crucero. Adicionalmente, será más desafiante romper la inercia del proceso cuando comience a impactar la indexación de algunos precios regulados o los ajustes postergados en servicios.

A su vez, el reciente ajuste en las tarifas de servicios públicos atrasadas impondrá una mayor resistencia a la baja en la propia inflación Núcleo: generalmente el incremento en los costos se traslada con cierto rezago a los precios, ralentizando así el proceso de moderación inflacionaria.

Del mismo modo, una eventual recuperación de la economía vía mejora del poder adquisitivo podría ponerle un límite a la desaceleración inflacionaria. Por el lado de la oferta, los aumentos salariales podrían incrementar los costos operativos, lo cual se sumaría al encarecimiento de los servicios públicos. En cuanto a la demanda, la recuperación del poder de adquisitivo podría impulsar el consumo, dando un mayor espacio a las empresas para trasladar la suba de costos a los precios. Este segundo punto podría ser compensado parcialmente con una mayor apertura a productos importados, lo cual explica las recientes bajas en aranceles por parte del Gobierno.

¿Cuál sería entonces la clave para desinflar? La recesión inducida, la apertura comercial y las expectativas de un sendero a la baja deberían primar por sobre la inercia inflacionaria que adquiera una economía con fuerte apreciación del tipo de cambio, correcciones pendientes de precios relativos y un desarme del CEPO cambiario por delante, lo cual puede alterar las expectativas. En este marco, la sostenibilidad del proceso de moderación inflacionaria no estaría exenta de riesgos que se irán acrecentando a medida que se acumulen desequilibrios o se dejen en el camino cuestiones pendientes a resolver.

Inflación a la baja por tercer mes consecutivo

La inflación de marzo fue de 11%, según el Índice de Precios al Consumidor del INDEC. Se trata del tercer mes consecutivo donde el registro estuvo por debajo de las expectativas del mercado (REM-BCRA), que proyectaba un 12,5%.  Con este dato, la inflación interanual asciende al 287,9% y acumuló 51,6% en el primer trimestre del año.

La desaceleración de la inflación más rápida de lo previsto tiene su principal fundamento en la fuerte recesión inducida por el objetivo fiscal y cierto control sobre la homologación de las paritarias. Sobre esta dinámica se suma la postergación del incremento en tarifas de gas y colectivos y un freno en los aumentos en los bienes, que habían registrado un importante encarecimiento en dólares durante los últimos meses. Por estos motivos, la inflación Núcleo (+9,4%) tuvo su menor registro en cinco meses.

Por su parte, los Regulados subieron 18,1%, impulsados por aumentos en educación (+52%), comunicación (+16%), combustibles y el arrastre de la suba de tarifas de febrero. Los precios Estacionales subieron 11,1% pese a que marzo es un mes típicamente alto para la indumentaria

Los Alimentos y Bebidas (+10,5%) se ubicaron por debajo del nivel general por tercer mes consecutivo. Al interior de la división se destacan las subas de verduras, lácteos, aceites y bebidas. 

¿Qué esperar en adelante?

Para abril el ajuste tarifario continuará con aumentos en las tarifas de gas, agua, transporte público (si bien solo afecta a usuarios no registrados, la medición debería contemplar el aumento en el costo para este grupo) telecomunicaciones y peajes. Por su parte, los precios de los bienes seguirán mostrando un bajo dinamismo por lo que la inflación del mes estimamos que rondará el 10%.

Más allá de abril viene la parte más complicada del sendero de desaceleración: será difícil que la inflación siga bajando en los próximos meses al mismo ritmo que en el primer trimestre. Pasado el shock inicial (el salto del tipo de cambio de diciembre), será más desafiante romper la inercia del proceso, máxime cuando a partir de junio comience la indexación de algunos precios regulados y tenga lugar el ajuste de los servicios privados o la carne, que vienen algo rezagados en los últimos meses.

Por otro lado, en la medida que la actividad empiece -lentamente- a recuperarse y el piso de la recesión comience a ser dejado atrás, una mayor demanda interna impondrá un piso para la inflación que, pese a la baja de la tasa de referencia y una brecha que sigue en niveles cercanos al 20%, todavía tiene que enfrentar el eventual desarme del cepo -consideramos que esto será acompañado de una nueva corrección cambiaria en el comienzo del segundo semestre-.

Por lo mencionado anteriormente, por más que la desaceleración de la inflación se sostenga unos meses más, esperamos que la misma alcance la zona del 220% para el cierre de 2024.

El escepticismo (des)inflacionario

El atraso relativo del tipo de cambio y las tarifas son dos asuntos ineludibles para el gobierno en sus primeros meses de mandato. Sin embargo, este enfoque implica reconocer que otros precios están “adelantados”, como por ejemplo los salarios. Continuar el ajuste sobre el poder adquisitivo parece una tarea difícil en un contexto socio-económico tan complejo.

La resistencia de un precio relativo a ajustar, en este caso los salarios, condicionará la desaceleración de la inflación buscada por el gobierno en ausencia de un plan de estabilización. Además, considerando que el “sinceramiento de precios” que dio lugar al shock inicial se va diluyendo y algunos precios vuelven a atrasarse, la expectativa de una inestabilidad nominal es creciente.

Incluso con la depuración de los pasivos remunerados del BCRA como telón de fondo, la menor demanda de dinero, un recalentamiento de la brecha y un inminente atraso del tipo de cambio real serán factores más relevantes a la hora de determinar la dinámica inflacionaria. En este sentido, el principal desafío del Gobierno durante el semestre será que la ausencia de un plan de estabilización en el arranque de la gestión termine minando la creencia de que pueda ser capaz de llevarlo a cabo en forma efectiva.

Corrigiendo precios atrasados

La corrección de precios relativos iniciada con el cambio de gobierno tuvo como primer disparador el aumento de casi 120% del tipo de cambio. El argumento, con total sentido, era que el tipo de cambio real estaba atrasado. De hecho, no sólo el nivel del tipo de cambio real multilateral previo a la devaluación era similar al promedio de 2015, sino que también la brecha cambiaria había llegado a rozar el 190%.

Adicionalmente, el atraso estaba presente en muchos precios Regulados, especialmente en las tarifas de los servicios públicos. Si bien el gobierno anterior tímidamente intentó llevarlos al ritmo de la inflación (entre diciembre 2021 y julio 2023 los servicios públicos subieron levemente por encima del Nivel General), este esquema se interrumpió tras las PASO de agosto, momento a partir del cual la inflación acumuló más de 90% hasta fin de año.

En cualquier caso, si bien la situación dista de ser la de finales de 2015 y comienzos de 2016, el atraso a corregir es significativo. Con una inflación mensual que se encuentra cómodamente en los dos dígitos, cada mes que pasa hace necesario un ajuste futuro mayor para corregir dicho rezago.

Sin embargo, solamente desde el cambio de mandato tuvieron lugar aumentos de combustibles, prepagas y recientemente (de forma acotada) del transporte público, restando todavía precisiones sobre la magnitud y timing de los incrementos del resto de los servicios. No obstante, se prevén aumentos importantes en los primeros meses del año y la búsqueda de alguna forma de indexarlos para evitar un nuevo atraso que condicione el ambicioso objetivo fiscal del Gobierno para este año.

En tercer lugar, los controles de precios en bienes de consumo masivo (a los que se recurrió continuamente durante la administración previa) también provocaron que estos subieran menos que la inflación. Consecuentemente, la eliminación de los controles provocó ya en diciembre un importante incremento en este grupo (incluso ya habían comenzado a despegar semanas atrás), que rápidamente buscaron corregir su atraso.

Precios ¿adelantados?

En resumen, tenemos tres precios relevantes dentro de la economía que intentan corregir su atraso relativo. Detrás de esta lógica subyace la noción de que hay precios que están “adelantados” respecto a los primeros. Los candidatos de este grupo son (1) los bienes importados -y sus sustitutos domésticos-; (2) los salarios que, en el lenguaje del IPC son, a grandes rasgos, los bienes no alimentarios (electrodomésticos, indumentaria, herramientas, artículos de tocador y limpieza, autos, juguetes, etc.); y los servicios privados.

 

No es ninguna novedad que los precios de los bienes importados han aumentado bastante el último tiempo. La pérdida de relevancia del tipo de cambio oficial y la menor competencia externa propició su encarecimiento a lo largo del último tiempo. Si bien vendedores con stock podrán mostrar una moderación en los precios si la pérdida del poder adquisitivo desploma la demanda -algo de eso se ve en enero-, no hay elementos para creer que estos precios no continuarán aumentando más o menos al ritmo del resto de los precios hasta que, al menos, se permita una mayor oferta vía mayores importaciones, una decisión que tiene sus propios desafíos macroeconómicos, especialmente en un contexto de escasez de dólares. En resumen, los precios de los bienes que estaban valuados a un tipo de cambio más alto que el oficial -antes de la devaluación- estarán caros en dólares.

Esto nos lleva al otro punto: ¿qué pasará con los salarios? Siguiendo la lógica de lo expuesto, en este esquema serían la variable de ajuste, tal como explorábamos en este informe. Sin embargo, el hecho de que el salario real se encuentre más de 20% por debajo del promedio de 2017 y que el sector sindical ahora se presenta más combativo son cuestiones que marcan que este precio relativo tendrá cierta resistencia a continuar siendo ajustado.

Por lo tanto, si un shock inicial que busca corregir precios relativos atrasados termina desencadenando aumentos en otros precios que quieren evitar ser la variable del ajuste, tenemos el primer problema: la inflación demora en desacelerar su marcha. Además, el “sinceramiento de precios” que inició la secuencia se va diluyendo y algunos precios vuelven a atrasarse, elevando la expectativa de nuevos ajustes que reinicien el proceso, dejándonos en la puerta del segundo problema: los riesgos de una espiralización nominal.

Por último, vale mencionar que bajo la discusión que está ocurriendo en el Congreso acerca de la Ley Omnibus enviada por el oficialismo, lo que suceda con la inflación puede condicionar el objetivo fiscal propuesto por el gobierno. Por caso, no es lo mismo una fórmula de movilidad jubilatoria que ajuste en base a la nominalidad del mes o trimestre previo, ya que una lenta desaceleración de la inflación favorecería más el ajuste fiscal (inicialmente) en el segundo caso.

¿Qué esperamos para los próximos meses?

Considerando que apenas se ha comenzado a desandar el camino de corrección de precios relativos -como mencionamos todavía restan definiciones acerca de las tarifas-, prevemos que durante el primer semestre la inflación irá desacelerando de los niveles actuales, aunque sin alcanzar a ser de un dígito en este periodo.

De hecho, esta dinámica tendrá lugar incluso con la depuración de los pasivos remunerados del BCRA como telón de fondo, proceso en el cual el Gobierno busca reducir los pesos en circulación y moderar la expectativa de crecimiento de los agregados monetarios con una tasa real negativa. Justamente, dado que prevemos que esta estrategia se mantenga a lo largo del semestre, la contrapartida sería una alicaída demanda de dinero y una brecha que al menos se estacionaría en la zona del 50%, condicionando la liquidación del agro y la acumulación de reservas. Un riesgo latente es que estos factores podrían ser más determinantes para la dinámica inflacionaria en el corto plazo que lo que ocurra con la hoja de balance del BCRA.

Por otro lado, en los próximos meses, e incluso abandonando el crawling peg cercano al 2% mensual, el tipo de cambio real se irá apreciando considerablemente, incrementando la expectativa de una nueva devaluación y sumando ruido acerca de la sostenibilidad de la estrategia del gobierno.

Quizás este será el principal desafío del Gobierno durante el semestre: frente a los riesgos señalados, que la ausencia de un plan de estabilización en el arranque de la gestión termine minando la creencia de que pueda ser capaz de llevarlo a cabo en forma efectiva.

Corrección de precios relativos y aceleración inflacionaria: ¿hasta cuándo?

La necesaria corrección de precios relativos acentuará la aceleración de la dinámica inflacionaria que se observa desde la segunda quincena de octubre, derivada de las expectativas de una pronta devaluación y el desanclaje de los acuerdos de precios vigentes impuestos por un gobierno en salida que perdía poder de control y una futura administración que promueve “precios libres”.

Dado el esquema planteado por el Gobierno, cabe preguntarse qué factores contribuirían a que se logren anclar expectativas y que la economía pierda “memoria inflacionaria” en la búsqueda por estabilizar la nominalidad una vez atravesada la aceleración inflacionaria inicial.

Además de atacar los factores de inflación subyacente a nivel macroeconómico, la velocidad a la que se reduzca la inflación dependerá asimismo de si la recesión económica y la amenaza de un aumento en el desempleo logran contener los incrementos de precios y las demandas de recomposición de ingresos, algo que podría estar influido adicionalmente por las reformas/desregulaciones anunciadas y/o cierta apertura comercial que busque generar mayor competencia en el mercado local.

 

El IPC INDEC a nivel Nacional se aceleró al 12,8% mensual en noviembre (desde 8,3% en octubre), resultado que estuvo en línea con lo anticipado por nuestro IPC Ecolatina (12,7%) y que marcó el mayor registro desde febrero de 1991 (27%). De este modo, el IPC trepó 160,9% i.a. y 148,2% en los primeros once meses del año.

El IPC Núcleoproxy de la tendencia e inercia inflacionaria, al excluir precios regulados y estacionales- saltó al 13,4%, nivel similar al de agosto y septiembre tras la devaluación post-PASO, mientras que los Regulados (10,1%) volvieron a subir por debajo del promedio por cuarto mes consecutivo, siendo aún menor el incremento en los servicios públicos (8,6%).

Tras la moderación registrada hasta la primera quincena de octubre, a partir de ahí la dinámica inflacionaria volvió rápidamente a superar los dos dígitos mensuales en la segunda mitad de octubre. Esta aceleración se acentuó tras el ballotage del 19 de noviembre, ante las expectativas de una pronta devaluación y el desanclaje de los acuerdos de precios vigentes impuestos por un gobierno en salida que perdía poder de control y una futura administración que promueve “precios libres”, afectando a rubros como consumo masivo, combustibles y medicamentos, entre otros.

Sin embargo, frente a la fase de corrección de precios relativos que ya se inició, el dato de noviembre “queda viejo”, previéndose una inflación mucho mayor para los próximos meses.

De hecho, ya en la primera quincena de diciembre, previo al impacto pleno de la devaluación, nuestro IPC GBA Ecolatina registró un alza en los precios del 18,1% respecto al mismo lapso de noviembre, impulsada principalmente por los Bienes (+19,5%), que se ven más contagiados por el evento cambiario. Asimismo, estimamos una aceleración adicional para la segunda mitad del mes, llevando la inflación mensual a la zona del 25% y dejando un arrastre negativo de cara a enero.

Antes de desacelerar, la inflación tiene que trepar

De cara a los próximos meses, la búsqueda por corregir precios relativos sostendrá la aceleración de la dinámica inflacionaria.

La aceleración de la inflación y la implementación de distintos acuerdos y congelamientos de precios durante los últimos cuatro años trajeron aparejado una marcada distorsión de precios relativos: mientras que algunos rubros subieron bien por encima del Nivel General, otros lo hicieron forzadamente por debajo, incluyendo al precio más importante: el tipo de cambio oficial.

Hablando siempre en términos relativos, lo que se observa actualmente es la conjunción de servicios públicos baratos, esencialmente aquellos regulados; importante disparidad de los precios de consumo masivo entre el canal tradicional y las grandes superficies; y bienes durables caros (indumentaria, electrodomésticos, vehículos).

La relevancia del realineamiento de los precios relativos reside en que (1) Son una pieza de información básica que le indica a los agentes económicos hacia dónde dirigir sus decisiones de consumo y producción; y (2) Constituye necesariamente un paso previo a la instrumentación de un programa de estabilización a fin de evitar presiones de precios por parte de sectores que busquen recomponer márgenes de rentabilidad.

Correcciones en marcha

En consecuencia, la corrección de precios relativos implicará que los precios rezagados deban subir por encima del promedio en los próximos meses. Tal es el caso de combustibles, que en lo que va de diciembre ya subieron cerca del 80%; las tarifas de servicios públicos, componente crucial de la reducción del déficit fiscal vía la disminución de los subsidios económicos (0,7% del PIB) propuesta por el Gobierno; la medicina prepaga, que en enero eliminará el congelamiento de cuotas que regía para algunos afiliados, subiendo cerca del 40%; y servicios de telecomunicaciones que, aún sin precisiones, seguramente sufran una desregulación.

La nueva administración inició el proceso de ajuste de precios relativos, comenzando por un salto discreto del tipo de cambio oficial de casi 120% (de $367 a $800), sumado al incremento en el Impuesto País a las importaciones, generando un traslado a los precios (más visible en los bienes). Además, ese movimiento fuerza a que ciertos precios regulados (como las tarifas de energía) tengan que aumentar aún más que antes.

Además, al momento se han discontinuado los acuerdos de precios, lo cual tendería a generar un mayor incremento de precios en los supermercados (donde regía mayormente el programa Precios Justos) que en los pequeños autoservicios.

Como si esto fuese poco, en las últimas dos semanas se disparó el precio del ganado de pie en el Mercado Agroganadero de Cañuelas, trepando en promedio más del 50% con relación a finales de noviembre. Resta estimar el impacto que tendrá esta suba en los mercados minoristas, donde cabe esperar que el traslado no sea total teniendo en cuenta la incidencia de la aceleración inflacionaria sobre los ingresos.

Por estos motivos, esperamos que para el trimestre diciembre-febrero, la inflación mensual promedio se encuentre en la zona del 20-25%, acumulando en sólo tres meses cerca del 80%, incremento similar al que hubo en el semestre junio-noviembre; con riesgos al alza sujetos al pasaje de precios de la devaluación del tipo de cambio, la magnitud de los distintos ajustes en servicios regulados y la dinámica que pueda llegar a cobrar la inercia inflacionaria.

¿Cuán transitoria será la aceleración inflacionaria?

Dado el esquema planteado por el Gobierno, cabe preguntarse qué factores contribuirían a que se logren anclar expectativas y que la economía pierda “memoria inflacionaria” en la búsqueda por estabilizar la nominalidad una vez atravesada la aceleración inflacionaria derivada de la fase de mayores correcciones de precios relativos.

Primeramente, vale destacar cuál es el diagnóstico oficial sobre las principales causas del proceso inflacionario actual: el desequilibrio monetario acumulado, generado por un aumento constante en la oferta de dinero por encima de la demanda, que buscó ser contenido con regulaciones de precios y atraso cambiario, causando crecientes distorsiones, expectativas de devaluación e inflación reprimida frente a un nivel de reservas internacionales en mínimos históricos.

En consecuencia, el mecanismo para desandar la dinámica inflacionaria a nivel macroeconómico sería apagar sus motores: corregir precios relativos (eliminando la inflación reprimida) para evitar presiones de estos sectores a futuro; comunicar un equilibrio fiscal financiero para 2024, frenando la emisión para asistir al fisco (dominancia fiscal) y resolviendo el excedente de pesos en la economía; y reducir las expectativas de devaluación mediante la utilización del dólar oficial como ancla y la recomposición del stock de reservas vía incentivos a la liquidación de exportaciones e importaciones más caras. Al mismo tiempo, logrando reducir sustancialmente la brecha cambiaria, la incertidumbre sobre los costos de reposición tiende a reducirse (el “dólar importador” es casi idéntico al paralelo).

Una de las principales condiciones para un relativo éxito de esta estrategia es un manejo eficaz de las expectativas: lograr transmitir un cambio profundo en el régimen económico, regenerando la credibilidad y la confianza en los hacedores de política económica y en el BCRA. Asimismo, dado que el Gobierno deja librado el mercado el ajuste de precios relativos, el riesgo asociado es que este ordenamiento no sea eficaz para evitar presiones de reacomodamientos a futuro.

En este marco, medidas complementarias que apunten a frenar la inercia/indexación inflacionaria mediante elementos más heterodoxos (como la coordinación de acuerdos de precios y salarios) o el establecimiento de un sendero/referencia nominal que coordine expectativas no parecieran formar parte de la estrategia de estabilización. Esto podría deberse a que (1) Implica un involucramiento activo del Estado en las relaciones económicas; (2) Se precisaría de una credibilidad que está en construcción; (3) La fuerza política gobernante (La Libertad Avanza) no dispone de relaciones aceitadas con actores como el peronismo y los sindicatos.

En su lugar, el Gobierno ha manifestado su vocación por que haya “paritarias libres”, factor que conlleva un riesgo para el esquema propuesto: si la reapertura de paritarias se generalizara rápidamente buscando “indexarse” a la inflación, podría complicar la rápida desaceleración inflacionaria y, en un extremo, favorecer una espiralización de los precios.

Ahora bien, no vemos que esto sea lo más probable en el corto plazo. En su lugar, la caída esperada en la demanda producto de la erosión del salario real y el menor ingreso disponible de las familias para el consumo, sumado al aumento del desempleo en el marco de una recesión económica, acotarían los márgenes para los aumentos de precios (un consumidor que no convalida los incrementos) y contendrían las demandas salariales.

En otras palabras, además de atacar los factores de inflación subyacente a nivel macroeconómico, la velocidad a la que se reduzca la inflación dependerá asimismo de si la recesión económica y la amenaza de un aumento en el desempleo logran contener los incrementos de precios y las demandas de recomposición de ingresos, algo que podría estar influido adicionalmente por las reformas/desregulaciones anunciadas y/o cierta apertura comercial que busque generar mayor competencia en el mercado local.

Finalmente, cabe destacar que todo este proceso no terminará por resolverse por completo sino hasta la unificación cambiaria, dependiente en buena medida del camino que recorra la acumulación de reservas, la resolución del desequilibrio monetario y la construcción de confianza y credibilidad para encarar definitivamente la estabilización.

El IPC GBA Ecolatina se aceleró en la primera quincena de noviembre

En línea con lo previsto, luego de la desaceleración transitoria observada en octubre el Nivel General del IPC GBA Ecolatina volvió a acelerar. En la primera quincena de noviembre nuestro indicador marcó una suba del 11,9% respecto al mismo periodo del mes pasado. La inflación Núcleo se situó en el 11,7%.

El arrastre estadístico de octubre jugó en contra: nuestro IPC había verificado una aceleración en la dinámica de los precios en la segunda quincena del mes pasado -pasó de 8,1% m/m en la primera quincena al 10,6% en la segunda-, anticipando el regreso a los dos dígitos mensuales.

La aceleración responde principalmente a la categoría de Estacionales (+18,7%), destacándose las subas en Turismo (+22,8%); Verduras (+24,0%); Frutas (+19,2%) e Indumentaria (+10,7%). Por su parte, los Regulados presionan el IPC a la baja, trepando 7,7%, en medio del conjunto de congelamientos sigue vigente hasta la contienda electoral.

En cuanto a los capítulos, el incremento del mes es liderado por los capítulos de Equipo y mantenimiento del hogar (+16,1%); Salud (+13,9%), donde se destacan los aumentos en medicamentos y prepagas; y Esparcimiento (+13,4%), traccionado principalmente por aumentos en turismo y en servicios de esparcimiento.

Tras un octubre en el que la menor dinámica de los alimentos favoreció al Nivel General, Alimentos y bebidas vuelve a subir por encima del promedio (+12,9%). Al interior, se destacaron los aumentos en Frutas y verduras, Fideos y pastas (+19,3%), Bebidas no alcohólicas (+14,2%), Carnes (+12,6%) e Infusiones (+11,8%).

¿Qué esperamos hacia adelante?

De cara a la segunda quincena del mes, esperamos un registro algo más elevado que el de la primera parte de noviembre, previendo que nuestro IPC promedie una suba del 12,5% m/m en el promedio del mes.

Al margen del arrastre estadístico que dejó octubre y los aumentos puntuales del mes (entre ellos, el descongelamiento en combustibles y medicamentos), la inflación del anteúltimo mes del año se verá influida particularmente por la incidencia de la generalización del desdoblamiento cambiario de finales de octubre; cierto combustible adicional por el reciente regreso del crawling peg; el fortalecimiento en las restricciones al pago de importaciones de las últimas semanas, que profundizan la incertidumbre sobre los costos de reposición; y las posibles tensiones en los dólares paralelos en lo que resta del mes.

Puntualmente, será crucial lo que suceda una vez conocido el resultado del ballotage, en términos de posibles descongelamientos de precios regulados, continuidad de los acuerdos de precios y cambios en el régimen cambiario. En este marco, el discurso del ganador será clave, así como las primeras señales que pueda entregar respecto al rumbo de su programa económico y a sus intérpretes (principalmente quiénes ocuparán el BCRA y el Ministerio de Economía), a fin de procurar acotar la incertidumbre en medio de la transición. En caso de resultar ganador Javier Milei, la cooperación en la transición para evitar una agudización de la inestabilidad sería determinante.

Con todo, frente a la inexistencia de un plan integral para bajar la inflación los riesgos de seguir consolidando pisos cada vez más elevados seguirán presentes. Partiendo de una inercia que se consolida en pisos más altos, la economía se enfrente a una incierta transición electoral sin anclas, bajo una aguda escasez de divisas, exceso de oferta de pesos, distorsión de precios relativos y falta de confianza en los hacedores de política económica para coordinar e influir sobre las expectativas.

De cara al inicio de la próxima administración, necesariamente comenzará un proceso de corrección -en mayor o menor medida- de precios relativos (dólar oficial, tarifas, regulados), que, para evitar una espiralización inflacionaria, deberá estar contenido dentro de una correcta diagramación e implementación de un programa integral de estabilización.

Con todo, para 2023 esperamos un crecimiento del nivel general de precios del orden del 185%, manteniéndose bien por encima de los tres dígitos en 2024.

Inflación: ¿la moderación de octubre fue transitoria?

En octubre, el IPC INDEC Nacional trepó 8,3% mensual, desacelerando notablemente respecto a los picos de agosto (12,4%) y septiembre (12,7%) y posicionándose por debajo de las expectativas del mercado. De este modo, acumula 120% en lo de va del año. En esta moderación fue clave la mayor parsimonia en los dólares paralelos post-Elecciones Generales; los distintos congelamientos (incluido el del tipo de cambio oficial) y acuerdos de precios; y el agotamiento en el traslado a precios de la devaluación de agosto.

Creemos que esta desaceleración será transitoria: para noviembre esperamos que el avance de los precios gane velocidad, influido por el arrastre que dejó la aceleración registrada en la segunda quincena de octubre; la incidencia de la generalización del “dólar exportador”; la mayor incertidumbre sobre los costos de reposición producto de las acentuadas restricciones a las importaciones; y algunos aumentos puntuales. La mayor incógnita pasa por lo que sucederá una vez conocido el resultado del ballotage del próximo domingo.

De esta forma, estimamos que la inflación de 2023 cerraría en la zona del 185% i.a., condicionada esencialmente por el devenir de los acontecimientos políticos y económicos de semanas posteriores al ballotage.

 

Tras el salto registrado en el bimestre agosto-septiembre, cuando la inflación pasó de la zona del 6% el bimestre previo a promediar el 12,5%, en octubre se registró una notable desaceleración, aunque consolidando un piso cada vez más elevado: el IPC Nacional medido por INDEC trepó 8,3% mensual y se ubicó en 142,7% en la comparación interanual, la variación más elevada desde agosto de 1991.

Por su parte, el IPC Núcleo -que excluye Estacionales y Regulados- subió 8,8%, dando cuenta de la arraigada inercia de un proceso inflacionario que va consolidando pisos mensuales cada vez más elevados.

La moderación en el registro mensual respondió esencialmente a tres factores: (1) cierto agotamiento del traslado a precios de la devaluación post-PASO; (2) la estrategia del Gobierno para contener aumentos de precios en la previa a las elecciones; y (3) la mayor calma cambiaria en las semanas post-Elecciones Generales.

Así, la tasa de interés real fue positiva por primera vez en tres meses.  En octubre, la tasa de interés real ex-post (LELIQ o similar de plazos fijos) fue 2,6% positiva en TEM, frente a un rendimiento mensual de la tasa en la zona del 11%. Cabe recordar que, luego de que INDEC publicara el dato de inflación de septiembre, el BCRA había ajustado al alza la tasa de política monetaria y el piso de rendimiento para los plazos fijos en 15 p.p. al 133% de TNA, 254,5% de TEA y 11,1% de TEM.

La dinámica de los capítulos fue muy dispar

A diferencia de septiembre, cuando casi todos los rubros exhibieron subas mensuales de dos dígitos, en octubre hubo una mayor disparidad, marcada por la estrategia de contención previa a los comicios.

En este sentido se destacaron los congelamientos aplicados a las tarifas de servicios públicos (energía, transporte), combustibles y tipo de cambio oficial, en conjunto con acuerdos para frenar la dinámica de incrementos en rubros como prepagas y medicamentos.

El crecimiento mensual estuvo liderado por Comunicación (+12,6%), donde incidieron las subas en telefonía e internet; siguieron Prendas de Vestir y Calzado (+11,0%), traccionado por los aumentos ante el cambio de temporada; y Equipamiento y mantenimiento del Hogar (+10,7%).

Por el contrario, las menores variaciones se vieron en Salud (5,1%), Educación (+6,6%) y Transporte (+7,1%), registros que se mantuvieron relativamente más contenidos gracias a los congelamientos y acuerdos de precios aplicados desde la segunda quincena de agosto en tarifas de servicios públicos (gas, electricidad, agua, transporte) y medicamentos, entre otros.

Los alimentos y bebidas por debajo del nivel general

El rubro de Alimentos y bebidas (+7,7%) se ubicó por debajo del nivel general por primera vez en tres meses. Al interior, se destacaron los aumentos en Pan y cereales (+11,4%); Azúcar, dulces, chocolates y golosinas (+13,4%), Aceites, grasas y mantecas (+9,5%) y Bebidas no alcohólicas (+9,1%).

¿Qué esperar hacia adelante?

Creemos que la desaceleración registrada en octubre será transitoria, como otras vistas a lo largo del proceso de alta inflación en el que se encuentra inmersa la economía.

De hecho, para noviembre esperamos que el registro mensual vuelva a superar los dos dígitos, afectado por una serie de factores. En primer término, un arrastre estadístico de octubre que jugará en contra: nuestro IPC GBA Ecolatina registró una aceleración en la dinámica de los precios en la segunda quincena -pasó de 8,1% m/m en la primera quincena al 10,6% en la segunda-, volviendo a superar los dos dígitos mensuales.

Esto se combinará con aumentos puntuales en prepagas, colegios privados, tarifas de agua (AySA), telefonía celular, internet y tv por cable, servicio doméstico y taxis.

Asimismo, el anteúltimo mes del año se verá influido particularmente por la incidencia de la generalización del desdoblamiento cambiario vía “dólar exportador” de finales de octubre; cierto combustible adicional por el regreso del crawling peg; el fortalecimiento en las restricciones al pago de importaciones de las últimas semanas, profundizando la incertidumbre sobre los costos de reposición; y las posibles tensiones en los dólares paralelos en lo que resta del mes.

Finalmente, será crucial lo que pueda suceder una vez conocido el resultado del ballotage que despierta una elevada incertidumbre, en términos de posibles descongelamientos de precios regulados, evolución de los acuerdos de precios o medidas cambiarias. En este marco, el discurso del ganador será clave, así como las primeras señales que pueda entregar respecto a su programa económico y a sus intérpretes, principalmente quiénes ocuparán el BCRA y el Ministerio de Economía, a fin de acotar la incertidumbre en medio de la transición. En caso se resultar ganador Milei, la cooperación en la transición para evitar una agudización de la inestabilidad sería crucial.

Con todo, frente a la inexistencia de un plan integral para bajar la inflación los riesgos de seguir consolidando pisos cada vez más elevados seguirán presentes. Partiendo de una inercia que se consolida en pisos más altos, la economía se enfrente a una incierta transición electoral sin anclas, bajo una aguda escasez de divisas, exceso de oferta de pesos, distorsión de precios relativos y falta de confianza en los hacedores de política económica para coordinar e influir sobre las expectativas.

De cara al inicio de la próxima administración, necesariamente comenzará un proceso de corrección -en mayor o menor medida- de precios relativos (dólar oficial, tarifas, regulados), que, para evitar una espiralización inflacionaria, deberá estar contenido dentro de una correcta diagramación e implementación de un programa integral de estabilización.

Por esto motivos, estimamos que en noviembre y diciembre la inflación volvería a situarse por encima de los dos dígitos mensuales, cerrando el año en la zona del 185%, con perspectivas de una aceleración en los primeros meses de 2024.

Los heterogéneos ingresos reales de los hogares

En la primera mitad del año, el 70% de hogares de menores ingresos sufrió una caída del poder adquisitivo de sus ingresos, mientras que se verificó una mejora en los sectores más acomodados.

Además, hasta agosto la inflación se volvió más regresiva que de costumbre: los precios de la canasta de los hogares más pobres treparon por encima del promedio.

Para el resto del año, esperamos que se profundicen las disparidades, alimentando la idea de dos velocidades, en la que una de la parte de la sociedad logra sostener su nivel de consumo y nivel de vida, mientras que la otra tiene cada vez más dificultades para llegar a fin de mes.

Los ingresos de los hogares en la primera mitad del año

En base a la Encuesta Permanente de Hogares (EPH), recientemente el INDEC publicó los datos de distribución del ingreso para el segundo trimestre del año. Sobre esta base, podemos tener una visión acerca de lo que ocurrió con el poder adquisitivo de los hogares a lo largo de la primera mitad de año.

Si miramos la evolución nominal de los ingresos de los hogares, encontramos que los deciles 9 y 10 -que concentran a la parte de la sociedad más acomodada- fueron los que mostraron un mayor crecimiento. Asimismo, debido a la efectividad de la política social focalizada también hubo un impacto similar en el 10% de los hogares más pobres, aunque este efecto se diluyó en los deciles subsiguientes. 

Regresividad al cuadrado

Para analizar la evolución real de cada conjunto de hogares debemos incorporar el efecto de la inflación. En este sentido, se sabe que una economía con alta inflación tiende a ser más nociva para los sectores más pobres, ya que, a diferencia de los sectores más pudientes, dedican una mayor proporción de sus ingresos al gasto en consumo, y no suelen tener acceso a herramientas que les permitan cubrirse, al menos en parte, del avance de los precios, como inversiones o ahorro existente.

Pero más allá de este efecto “estructural”, la inflación que enfrentan los sectores más vulnerables no es la misma que la de la población con mayor poder adquisitivo. Por ejemplo, los primeros se ven más afectados por la dinámica de los precios de alimentos y bebidas, mientras que los deciles más altos consumen una mayor proporción de sus ingresos en bienes no indispensables y servicios en general. Por este motivo, es posible que el efecto regresivo de la inflación se vea intensificado si algunos componentes de la canasta del IPC crecen más que otros.

En consecuencia, se observa que, en promedio, durante el primer semestre el 70% de hogares de menores ingresos sufrió una caída del poder adquisitivo de sus ingresos, al tiempo que se verificó una mejora en los sectores más acomodados.

La aceleración de la inflación golpeó más el bolsillo de los sectores más dependientes de ingresos no laborales o que están por fuera del circuito formal. Al mismo tiempo, la relativa protección laboral mediante paritarias permitió aminorar el golpe en los trabajadores formales, modalidad laboral que prevalece en los deciles más altos. Aunque, vale decir que también los ingresos totales de este último grupo pueden haberse favorecido asimismo por una mayor tendencia al pluriempleo, tal como detectamos en un informe reciente.

¿Qué esperar para la última parte del año?

Considerando los determinantes de esta dinámica de mayor disparidad de ingresos e inflación, podemos decir que el futuro cercano no es auspicioso. El salto cambiario post-PASO y la resultante aceleración de la inflación tenderán a profundizar la situación descrita previamente: las subas en los precios de los alimentos volverán más regresiva a la inflación, afectando en mayor medida a los sectores de menores ingresos que, a su vez, verán sus ingresos subir más lentamente.

Esto profundizará todavía más el deterioro relativo de los sectores más pobres. Esta dinámica será consistente con una pobreza que esperamos supere los registros del primer semestre.

Como puede verse en el gráfico, mientras que la inflación rondó el 82,5% para el 10% más pobre en los primeros ocho meses del año, fue de 78,3% para el decil más rico.

Uno de los principales factores detrás de esta dinámica es el precio de los alimentos -que representan una mayor proporción del gasto de los hogares de menores ingresos- que en lo que va del año subió 10 p.p. por encima del Nivel General. De hecho, si excluimos al rubro Alimentos y bebidas, la inflación acumulada hasta agosto habría sido de 76,2% en lugar de 80,2%.

Esto también se observa en el crecimiento del costo de la Canasta Básica Alimentaria (subió 94,4% a agosto, +15 p.p. respecto a la inflación) de y la Canasta Básica Total (+86,7%).

Asimismo, seguramente el dato de septiembre refleje la continuidad de la aceleración en los precios de los alimentos (según el IPC Ecolatina los alimentos y bebidas crecieron 18,3% mensual en la primera quincena de septiembre, 3 p.p. por encima del NG). Para el último trimestre del año, la incertidumbre electoral, los aumentos postergados tras el congelamiento de algunos precios y las expectativas elevarán más la inflación, dañando en mayor medida el poder adquisitivo de los hogares de menores ingresos.

Sobre este telón se enmarca la batería de medidas que, en clave electoral, el Gobierno ha lanzado los últimos días. Por el lado de los ingresos, el anuncio de diversos bonos para trabajadores (tanto formales, que serán absorbidos por las paritarias, como informales), desempleados, jubilados y beneficiarios de planes sociales, créditos a bajo costo y principalmente, la devolución del 21% de las compras hechas en -a grandes rasgos- alimentos tratarán de matizar esta realidad.

Aunque también, incluso en este escenario de regresividad, el Gobierno se vio tentado a eximir del pago de Ganancias a una buena parte de los trabajadores alcanzados por el gravamen, lo que provocará que el ingreso disponible de los deciles más altos crezca (justamente, el 9 y el 10). La magnitud de la mejora de los ingresos incluso puede superar al eventual aumento que se pueda obtener a través de las paritarias.

En cualquier caso, esperamos que se profundicen las disparidades dentro del universo de hogares, alimentando la idea de dos velocidades, en la que una de la parte de la sociedad logra sostener su nivel de consumo y nivel de vida, mientras que la otra tiene cada vez más dificultades para llegar a fin de mes.