Radiografía de la competitividad externa

Luego de las sucesivas devaluaciones del Peso y marchas y contramarchas con el esquema de retenciones al sector exportador, vale preguntarse en qué estadio se encuentra la competitividad externa de la economía argentina. Principalmente, porque la economía argentina tiene la necesidad de generar dólares genuinos para hacer frente a los compromisos de deuda pública en moneda dura. En este sentido, el Índice de Tipo de Cambio Real Multilateral Efectivo (ITCRME), que incluye derechos y reintegros a la exportación, es el indicador más usado para medir la competitividad precio de una economía frente a sus países socios.

Después de la salida del cepo cambiario a fines de 2015 y la eliminación de los derechos de exportación– con excepción del complejo sojero para el cual se diagramó una reducción gradual- el ITCRME mejoró significativamente. En el promedio 2016-2017, el mismo fue 15% mayor al de 2015.

En 2018, dos corridas cambiarias (abril y agosto-septiembre) más que duplicaron la cotización del dólar en el año, incrementando notoriamente la competitividad precio del sector exportador. Por caso, tras el salto devaluatorio y en el marco de un segundo acuerdo con el FMI con metas fiscales más exigentes, en agosto de ese año, se redujeron los reintegros sobre gran parte de los productos de exportación y en septiembre se impusieron nuevamente los derechos (alícuota de 12% a las exportaciones de bienes y servicios, con un tope máximo de ARS 3 y ARS 4 por dólar exportado según el producto). De esta forma, parte de la mejora en la competitividad cambiaria se redujo con las medidas impositivas aplicadas y con posterior la aceleración de la inflación tras el salto del dólar. No obstante, en el acumulado del 2018 el ITCRME trepó 22% y alcanzó el pico más alto desde 2010.

En el último año de gestión de Cambiemos, nuevamente la inestabilidad cambiaria modificó bruscamente la competitividad precio del sector exportador. Los resultados electorales de las PASO resultaron en una nueva corrida que cerró agosto con un tipo de cambio nominal 35% mayor al de fines de julio. Esto quitó peso de las retenciones sobre las exportaciones, dado que eran un monto fijo (las retenciones iniciaron en 12% y 9% en septiembre de 2018 y finalizaron en 7% y 5% en noviembre 2019, por el tope de ARS 3 y ARS 4 por dólar facturado al exterior, respectivamente). Sin embargo, a esto hay que sumarle que la inflación se aceleró como consecuencia del salto cambiario, por lo que en los primeros once meses de 2019 el ITCRME trepó 9%.

Con el cambio de gobierno se modificó nuevamente el esquema de retenciones (Dec. 37/ 2019) vigente a partir de diciembre de 2019. El mismo dejó sin efecto el monto fijo de ARS 4 por dólar exportado y se pasó a un régimen porcentual en un nivel más alto al que regía hasta el momento para los productos alcanzados por dicho monto. Asimismo, se hicieron modificaciones de las posiciones arancelarias alcanzadas por los ARS 3 por dólar exportado y se aplicó una alícuota del 9% a un grupo de productos de origen agropecuario (entre ellos carnes, harina de trigo, arroz, maní y legumbres). Teniendo en cuenta este cambio en el esquema impositivo, si bien la competitividad precio del sector exportador en diciembre mejoró 4% i.a. implicó una pérdida neta del 4 p.p respecto al esquema anterior (noviembre 2019).

Por caso, cuando analizamos por grandes rubros, según la vigencia del Decreto 37/2019, las mayores cargas recaen sobre la Manufactura de Origen Agropecuaria al pasar de promediar (ponderado por su canasta de exportación) una alícuota de 16% a una de 20%. Dicho rubro es el de mayor exportación: USD 24.000 millones al año, 30% de las ventas externas del país. Le sigue en el orden de importancia, Productos Primarios (la alícuota pasó de 10% a 15%), Manufactura de Origen Industrial (de 5% a 7%, promedio ponderado) y Combustibles (de 7% a 12%).

En cambio, con la Resolución General (Res. Gral 4666/2020), los servicios, que concentran cerca de 20% del total exportado, mejoró su posición respecto al régimen vigente hasta noviembre de 2019, pasando de una alícuota de casi 7% a una del 5% en la actualidad. Es importante esta reducción sobre los servicios, dado que hasta septiembre de 2018 nunca habían sido gravados con derechos de exportación. En este sentido, el pago del impuesto compromete los incentivos de producción sobre uno de los sectores que concentra más trabajos de alta calificación y que a su vez, consume menos divisas.

Si continuase el esquema impositivo actual, con una lenta desaceleración de la inflación y con un tipo de cambio moviéndose a un ritmo levemente inferior que los precios, la competitividad cambiaria se ubicaría la mayor parte de 2020 en torno al promedio de los últimos 20 años. En este sentido, posibles aumentos de la alícuota podrían ubicar la competitividad del sector exportador por debajo de dicho promedio.

Con el cierre del registro de exportaciones, el cambio en las alícuotas es inminente. La Ley Solidaria aprobada en diciembre, faculta al ejecutivo a aumentar los derechos de exportación al 33% para el poroto soja y al 15% para el maíz, trigo, girasol, cebada y sorgo (hoy en 30% y 12%, respectivamente). Si el gobierno hace uso de dicha facultad, aplicando el máximo de alícuotas, la competitividad precio del rubro Productos Primarios experimentaría un recorte adicional de casi 3 puntos porcentuales, dado que dichos productos representan más del 70% del rubro.

Mas allá de ello, el destino de la competitividad externa del sector exportador estará fuertemente determinada por la resolución de la negociación de la deuda. Particularmente, la evolución de la inflación y las presiones futuras sobre el mercado cambiario dependerán de qué tan exitosa resulte dicha negociación.

Al mismo tiempo, en el plano internacional, las magnitudes de los movimientos de la moneda de los países compradores – principalmente de Brasil, Estados Unidos y China-, afectados por el Coronavirus, también será un factor que influirá en el nivel de competitividad precio de Argentina y de la posibilidad de incrementar las ventas a dichos mercados.

Poco para rescatar de 2019

¿Qué pasó con la economía el año pasado?

Luego de la debacle de 2018, la economía argentina comenzó con un verano financiero y cambiario que le permitió crecer levemente durante el primer bimestre. No obstante, el buen tiempo duro poco y, en marzo, la volatilidad cambiaria, la aceleración de la inflación y la consecuente suba de la tasa de interés de referencia echaron por tierra el avance de la actividad (en el primer trimestre cayó -0,1%, desestacionalizado)

Durante el segundo trimestre y principios del tercero, el récord en la cosecha agrícola y la relativa estabilidad cambiaria, ayudaron para que la economía caiga poco (-0,7% desestacionalizado en el promedio abril-junio). De manera adicional, con el fin de mostrar mejores resultados de cara a las elecciones, el gobierno de Cambiemos puso en marcha medidas para mejorar -en el margen- los ingresos reales de las familias (adelanto de jubilaciones y AUH y congelamiento de tarifas) y promover el consumo (créditos Anses, Pro.Cre.Ar, plan junio y julio 0km), lo que permitió que la economía experimente una mejora significativa en julio y creciera 0,9% desestacionalizado en el tercer trimestre. No obstante, la corrida cambiaria ocurrida tras los resultados de las PASO secó los incipientes brotes verdes y la economía volvió a caer bajo recesión. Desde entonces y hasta fines de 2019, la incertidumbre económica y financiera, la aceleración de la inflación, la implementación del cepo cambiario y la pérdida del poder adquisitivo de las familias, no dejaron que la actividad reflotara.

El Estimador Mensual de la Actividad Económica (EMAE), marcó en diciembre una leve caída del 0,3% i.a. y un pequeño aumento del 0,2% mensual en la medición desestacionalizada. En consecuencia, la economía habría caído 2,1% en 2019 (segundo año consecutivo de contracción), dejando un arrastre negativo de 0,3% para 2020.

De esta forma, el gobierno de Cambiemos concluyó su mandato con tres de cuatro años bajo contracción y con un nivel 3,5% menor al que recibió en diciembre de 2015. Peor aún, si se tiene en cuenta que el pico de actividad en la era Macri fue en noviembre de 2017, la destrucción de la producción en los últimos dos años fue del 7%.

¿Cuáles fueron los sectores ganadores y perdedores del 2019?

Entre los bienes, los únicos sectores que lograron experimentar crecimiento en 2019 bajo un contexto económico adverso fueron los de carácter extractivo: agropecuario y de minas y canteras. El primero, gracias a una cosecha agrícola récord y mayor demanda de carne desde China y, el segundo, a la maduración de las inversiones en Vaca Muerta. Esto permitió que, a pesar de que la industria y la construcción se desplomaran (cerca de -6% ambas), la producción de bienes se mantuviera relativamente estable respecto a 2018 (+0,2%). De hecho, sin la ayuda del campo la actividad en bienes hubiese caído 5% y el PBI 3,7%. Vale destacar dentro de este grupo, electricidad, gas y agua, que promedió el año en terreno negativo (-2,8%), pero en el cuarto trimestre logró crecer 3,5% i.a. gracias al impulso a la demanda que dio el congelamiento de tarifas.

Por su parte, los servicios retrocedieron 2,9% el año pasado, liderado por la caída del sector de Intermediación Financiera (-11,6%) y el Comercio (-7,6%), ambos perjudicados por la caída del poder adquisitivo de los salarios y altas tasas de interés. A contramano, el sector de restaurantes y hoteles logró concluir el año estable, dado que en el segundo semestre su actividad creció a partir del incremento del tipo de cambio real y la implementación restricciones cambiarias.

 ¿Qué esperamos para el 2020?

A pesar de que el arrastre negativo que deja el 2019 es bajo (-0,3%), la incertidumbre financiera y cambiaria reinante por el proceso de renegociación de deuda, auguran un tercer año en terreno negativo. En este sentido, esperamos que en el primer semestre la actividad continúe alicaída, por la parálisis de la inversión y el débil consumo, en un contexto de incertidumbre, presiones cambiarias y salario real golpeado. En la segunda parte, si el gobierno del Frente de Todos logra un acuerdo con acreedores relativamente exitoso para la Argentina, tendrá mayor margen de acción para poner en marcha la actividad. Las presiones sobre las variables nominales de la economía irán cediendo, favoreciendo una mejora del poder adquisitivo de los ingresos que motorice la demanda interna y acompañe una dinámica pobre de las exportaciones.

Sector ganadero: una de cal y otra de arena

El consumo de carne (vacuna, avícola y porcina) no fue la excepción a la caída generalizada observada en los dos últimos años. El consumo anual per cápita conjunto alcanzó en 2019 los 109,5 kg, 5% menos que en 2018 y 7% por debajo del máximo alcanzado en 2017.

No obstante, no todos los tipos de carne corrieron la misma suerte. Particularmente la vacuna fue la de mayor contracción el último año (-10%) con tan sólo 51,5 kg/cápita/año, siendo el nivel de consumo más bajo de la historia. Por su parte, la porcina retrocedió 2% anual (14,6kg/cápita/año), interrumpiendo un crecimiento sostenido desde 2013.

La excepción se dio en el consumo de pollo que, a pesar del contexto recesivo, logró crecer 1% en 2019, alcanzando los 43,4 kg/cápita/año. Este aumento se dio incluso bajo un encarecimiento relativo de la carne aviar respecto a la vacuna: el precio del pollo aumentó 69% promedio anual y el asado 50%. Mientras que, durante 2018 por cada kilogramo de carne vacuna, se podía comprar 3,1kg de pollo, el año pasado dicha relación se redujo a 2,7. En el caso del cerdo, la variación fue leve pero inversa: pasando de 1,2kg a 1,1kg por cada kilogramo de carne vacuna.

Dicha dinámica responde a que operó fuertemente sobre las decisiones de consumo la caída del poder adquisitivo. En este sentido, la contracción del salario real hizo que las familias busquen sustituir las proteínas de los cortes vacunos por aquellas de menor valor, como las del pollo, haciendo que la demanda de este último se incremente a pesar del aumento relativo de su precio.

Sin embargo, la producción agregada de carne logró crecer 4% en 2019 (+2% la vacuna, 7% la avícola y 1,5% la porcina) gracias a un incremento significativo de las exportaciones y la sustitución de importaciones. La depreciación del Peso, junto con la apertura de nuevos mercados y, principalmente, la mayor demanda desde China por la peste porcina, explican dicha dinámica.

En el caso de la carne vacuna, las exportaciones alcanzaron en 2019 un récord de 845 mil toneladas (+50% anual), llegando a concentrar el 27% de la producción local. El 75% de dichos envíos al exterior fueron a China, país mayormente responsable del incremento dado que sus compras de carne argentina más que se duplicaron en el último año. El despegue de las exportaciones bovinas permitió a la Argentina pasar de ser el 10° proveedor mundial en 2015, al 5° en 2019.

Por su parte, la carne aviar experimentó una situación similar: incrementó el volumen de sus exportaciones cerca del 50% gracias a la mayor importación de China. De esta forma, el mercado externo fue destino del 13% de la producción local. Por último, las ventas en el mercado externo de carne porcina treparon 10% anual y alcanzaron un nivel récord de 25,6 miles de toneladas. No obstante, a diferencia de la carne vacuna, Argentina no es uno de los principales exportadores del mundo.

La oportunidad es hoy

La Peste Porcina Africana que sufren los países asiáticos resulta en una oportunidad para el sector ganadero argentino. Particularmente China, consume anualmente más de 60kg per cápita de carne con una población de más de 1.400 millones de habitantes. El volumen de sus importaciones creció 62% en 2019 y se espera que en 2020 trepe 34%. Asimismo, aunque la canasta de consumo del país asiático se compone 63% de carne de cerdo, la imposibilidad del mercado mundial de compensar la caída en su producción ocasiona un aumento de la demanda de otras carnes, configurándose oportunidades también para el sector vacuno y avícola.

Al mismo tiempo, la puja comercial de Estados Unidos-China incrementa las posibilidades de inserción de otros países productores, dado que el país americano es uno de los principales proveedores de carne porcina y vacuna del mercado chino.

A ello hay que sumarle que, el incremento en las compras de carne de China al mundo presiona al alza el precio internacional, mejorando la rentabilidad de los exportadores locales. Sin embargo, el aumento interno de las retenciones a las exportaciones del complejo cárnico (pasaron de la suma fija ARS 3/USD exportado a una alícuota de 9% para todas las carnes) en un contexto de tipo de cambio real en línea con el promedio histórico, actúan en desmedro de dicha mejora

Por otra parte, las perspectivas para el mercado interno no son alentadoras. La incertidumbre que genera la reestructuración de la deuda y el alto componente inercial de la inflación, auguran una demanda interna que continuará deprimida durante la mayor parte de 2020. En este marco, difícilmente el poder adquisitivo del salario mejore este año, por lo que la sustitución de proteínas de la carne vacuna por la aviar podría consolidarse y consumo de carnes (vacuna, porcina y de pollo) experimentar otra contracción. Sin embargo, un aliciente será el incremento de los ingresos reales de las familias de nivel socioeconómico más bajo, las cuales podrían volcar dicha mejora a recomponer niveles de consumo de carne.

En consecuencia, la menor demanda interna eleva el peso de los costos fijos de los productores que, en conjunto con la falta de liquidez y financiamiento, limitan la capacidad de exportación del sector. Particularmente en el sector vacuno, donde se encuentra la mayor oportunidad para Argentina frente a la demanda de China, se espera que el stock bovino se reduzca en 2020, ante la necesidad de liquidar vientres para afrontar obligaciones financieras. Asimismo, los frigoríficos habilitados para exportar al país asiático se encuentran al máximo del uso de su capacidad instalada. En consecuencia, el sector necesita mayores inversiones para aprovechar las oportunidades que el contexto mundial le presenta. Para que se concreten dichas inversiones es necesario reducir la incertidumbre en cuanto al futuro de la economía argentina y no repetir los errores del pasado, cerrando las exportaciones y sumando desincentivos al sector.

Sectores: perspectivas 2020

En el último año del gobierno de Macri sólo un sector logró concluirlo bajo expansión, el agropecuario. De cara al 2020, el contexto seguirá siendo complejo para la economía argentina y sólo algunos sectores podrán salir a flote, mientras que otros concluirán el año todavía sumergidos en recesión.

En este sentido, aún con un set de medidas tendientes a mejorar el poder adquisitivo de los sectores de menores ingresos, el salario promedio no logrará ganarle a la inflación sino hasta fines de 2020. Asimismo, a pesar del cambio de gobierno, la política fiscal no será expansiva ya que deberá mostrar un sendero de consolidación para alcanzar una renegociación favorable de la deuda. Por último, con los actuales controles cambiarios, será posible una política monetaria un poco más expansiva, pero no lo suficiente para impulsar la economía en el corto plazo.  De esta forma, el PBI promediará en 2020 su tercer año consecutivo de caída, aunque si se aleja el fanstasma del default, podría empezar a recuperarse en el segundo semestre y concluir el año con valores positivos.

Fuerzas contrapuestas en la Construcción

Durante 2020 continuarán vigentes los efectos contrapuestos sobre la actividad que dejó la depreciación del Peso y la escasez de crédito: escaso poder de compra de los trabajadores (demanda) vs. elevada rentabilidad para los desarrolladores (oferta).

Por el lado de la demanda, desde que la economía padeció el primer salto cambiario (findes de abril de 2018) el salario en dólares de un trabajador registrado se redujo más de 40%, mientras que el costo de la construcción en moneda dura cayó 30%. De esta forma, un trabajador pasó de necesitar 402 salarios a 497 para construir un departamento de 60m2. No obstante, la menor demanda por construcción no se debió solamente al deterioro del salario, sino también a la falta de financiamiento.

Como contrapartida, la oferta experimentó una mejora de la rentabilidad. El precio de venta de los inmuebles medidos en dólares trepó 4% entre marzo de 2018 y octubre de 2019 y el costo de la construcción se redujo 30%, por lo que la rentabilidad de los desarrolladores aumentó casi 50%.

De cara a 2020 dichas condiciones continuarán vigentes, dado que no se esperan significativos cambios en los precios relativos del sector. No obstante, se sumará un factor adicional que puede tener impactos positivos sobre la actividad: las restricciones cuantitativas al acceso al mercado de divisas. En un contexto de cepo cambiario, la construcción se configura como una opción para dolarizar ahorros. En el caso de las familias, los ahorros podrían volcarse a reformas y ampliación de viviendas, y en el caso de las empresas, a la construcción de oficinas y/o viviendas nuevas, como forma de resguardar las utilidades ante la imposibilidad de girarlas al exterior. Asimismo, habrá que esperar definiciones de la nueva administración respecto del financiamiento al sector: Pro.Cre.Ar., UVA, etc.

En este contexto la construcción podría experimentar una mejora hacia la segunda parte del año y concluir el 2020 bajo un proceso de reactivación.

Servicios: Inmobiliarios y Turismo dos ejemplos opuestos

Los sectores de servicios difícilmente puedan experimentar una reactivación en 2020. El principal motor de su demanda es el poder adquisitivo de las familias, el cual continuará deprimido durante gran parte del año. No obstante, aquellos sectores que presten servicios al exterior tendrán mejores resultados. Tal es el caso del turismo receptivo, que ante la depreciación del Peso, los destinos nacionales se abarataron en términos relativos frente a los internacionales, incentivando la llegada de turistas extranjeros y promoviendo, en el caso de residentes, la sustitución de destinos en el exterior por locales. Asimismo, la reciente puesta en vigencia del impuesto del 30% a los gastos en el exterior profundizará dicha sustitución.

Más allá de ello, el sector de servicios más golpeado en 2020 será el inmobiliario. El cepo cambiario lo configura como uno de los grandes perdedores del año, dado que sus transacciones se hacen en moneda extranjera. De hecho, en los cuatro años que duró el anterior control cambiario, las operaciones de compraventa de inmuebles en el Gran Buenos Aires (CABA + Provincia de Buenos Aires) cayeron 30%. Sin embargo, a futuro el golpe al sector puede ser aún mayor, dado que medidos en dólares, se encarecieron las viviendas y cayó el poder de compra del salario.

Vaca Muerta: sin blindaje, no hay reactivación

Hasta las PASO la actividad de extracción de gas y petróleo venía mostrando un significativo y constante crecimiento gracias al desarrollo de no convencionales en Vaca Muerta. Los incentivos a la producción de shale gas, el consecuente boom de inversiones en el yacimiento y la reducción de los costos en dólares tras la devaluación del Peso y el aprendizaje de la industria, hicieron que el promedio de fracturas mensuales creciera 280% en los últimos tres años. Sin embargo, la pesificación y tope al precio interno del barril, sumado a las restricciones para el giro de divisas al exterior que se implementó luego de las primarias de 2019, hicieron que la actividad se paralizara. Esto dejó en evidencia que el sector necesita seguridad jurídica y previsibilidad suficiente para su desarrollo.

En este contexto, y teniendo en cuenta la necesidad imperiosa que tiene Argentina de generar divisas genuinas para solventar la deuda pública contraída mayormente en moneda dura, las probabilidades de que el blindaje a Vaca Muerta se efectivice son altas. De ser así, la actividad sentiría durante la primera parte de 2020 los coletazos negativos del cepo, pero luego podría mostrar mejoras gracias al  “resurgimiento” de Vaca Muerta.

Algunos brotes verdes en la industria

Luego de dos años consecutivos de contracción, la industria podría concluir el 2020 con una reactivación. Por un lado, al igual que ocurrió en 2019, las ramas industriales vinculadas al sector agrícola lograrían mantenerse en expansión gracias a la buena performance que tendría el campo. Entre ellas: agroquímicos; molienda y panificados. De manera adicional, la producción de maquinaria agrícola mostraría mejores resultados que en 2019, cuando la mayor cosecha del campo no se materializó en un aumento significativo de la demanda de equipos por la elevada incertidumbre económica y porque las ventas realizadas se satisficieron con stocks más que con nueva producción. A ello hay que sumarle, que se se espera que una de las herramientas de reactivación de la economía en 2020 sean los créditos subsidiados a la producción, por lo que la demanda de equipos agrícolas se vería incentivada con un mayor acceso al financiamiento. Por último, pese a que la rentabilidad del sector será menor por la mayor presión impositiva, en un contexto de cepo cambiario, los excedentes podrían canalizarse a la compra de maquinaria agrícola (que cotiza al tipo de cambio oficial).

Por su parte, se espera que la producción de carne continúe creciendo de la mano de mayores exportaciones. El mayor consumo de carne en los países asiáticos, sumado a la crisis sanitaria que atraviesa dicha región, auguran una mayor demanda desde el exterior.

Por último, se espera que la protección sobre sectores mercado internistas e intensivos en mano de obra se acreciente. Restricciones cuantitativas a las importaciones (licencias no automáticas) y créditos blandos a ramas fabriles como electrodomésticos, textil, cueros y juguetes se verían beneficiados.

Agro: menor cosecha, pero por encima del promedio de la década

Las perspectivas 2020 para el sector agrícola son conservadoras. Por un lado, luego de alcanzar los principales cuatro cultivos (trigo, girasol, soja y maíz) un récord de producción en 2019 (135,6 millones de toneladas), la campaña en curso augura una menor cosecha debido a faltantes hídricos. En este sentido, a pesar de que el área sembrada 2019/20 de trigo es mayor a la de la campaña 2018/19 y la de soja y maíz similares, la producción sería menor por caída en los rendimientos. No obstante, se espera que el agregado de la producción agrícola de los principales cultivos supere el promedio de los últimos 10 años.

Por otro lado, el contexto nacional e internacional no son del todo favorables. En el plano local, el aumento de las retenciones reduce la rentabilidad del sector, mientras que en el plano internacional, una buena oferta y una menor demanda de los países asiáticos tras la fiebre porcina mantienen los precios internacionales por debajo del promedio de los últimos años.

Cepo 2.0: sectores ganadores y perdedores

El gobierno de Cambiemos se despide teniendo que re-implementar una de las primeras medidas que eliminó cuando asumió: las restricciones cambiarias. Asimismo, a pesar de que el 10 de diciembre se llevará a cabo un cambio de gobierno, es esperable que el próximo presidente mantenga vigente el cepo con algún tipo de relajamiento o endurecimiento. En este sentido, todavía es difícil de prever cómo evolucionará la nueva versión del cepo, pero lo cierto es que la escasez de divisas no se resolverá en el corto plazo.

Vale recordar que durante el cepo 2012-2015, las restricciones de acceso al mercado de divisas se fueron endureciendo progresivamente a medida que el Peso se apreciaba en términos reales y, consecuentemente, la brecha entre el dólar oficial y el paralelo se ampliaba y el déficit de cuenta corriente se acrecentaba. A los límites de acceso a la compra de divisas y giro de utilidades al exterior, se sumaron restricciones cuantitativas a las importaciones, prohibición de conversión a dólares los créditos hipotecarios, impuestos al turismo y vehículos de alta gama, entre otras medidas.

En aquel momento el combo de medidas arrojó un set de sectores ganadores y perdedores. En este marco, es importante repasar dicho balance y tratar de dilucidar si es posible que se repita en el futuro.

Perdedores

El principal sector afectado por el cepo fue el inmobiliario, debido a que sus transacciones se hacen en moneda extranjera. De hecho, en los cuatro años que duró el anterior control cambiario, las operaciones de compraventa de inmuebles en el Gran Buenos Aires (CABA + Provincia de Buenos Aires) cayeron 30%. Sin embargo, el golpe al sector puede ser aún mayor en el futuro, dado que en la actualidad se observa un encarecimiento de las viviendas junto a una caída del poder de compra del salario, ambos medidos en dólares. No obstante, algo a favor es que por el momento, está permitido acceder a créditos hipotecarios de hasta USD100.000, mientras que antes estaba prohibido.

Otros de los sectores perjudicados por el cepo cambiario fueron los exportadores netos, siendo la actividad más emblemática la agroindustria. Por un lado, cargaban con elevadas retenciones en un contexto de fuerte atraso cambiario y, por el otro, recibían ingresos valuados al dólar oficial, mientras que parte de sus costos dolarizados crecían en línea con el dólar paralelo (la brecha entre ambas cotizaciones promedio el 40% entre 2012 y 2015). Si bien, aunque en el cepo actual rigen menores retenciones, lo cierto es que la competitividad cambiaria se encuentra cercana al promedio histórico y que la brecha cambiaria aún no es importante. De esta forma, que los exportadores se configuren como claros perdedores del cepo dependerá de que vuelvan las condiciones vigentes en el pasado.

Por su parte, las industrias importadoras netas encontraron dificultades para llevar adelante su actividad en 2012-2015, debido a las restricciones de acceso al mercado divisas y, principalmente, a los controles cuantitativos a las importaciones que generaron faltantes de insumos. En esta línea, bajo las condiciones actuales del cepo, dichas industrias se verían afectadas, pero en menor medida que antes, siempre y cuando no se reinstauren restricciones cuantitativas a las importaciones.

Por último, las actividades que requieren grandes flujos de inversión para su desarrollo son otras de las afectadas por el cepo cambiario. Tal es el caso del sector energético que, ante la imposibilidad de girar dividendos al exterior, en un contexto de fuerte apreciación real del Peso, vieron recortadas sus inversiones. Por este motivo, la viabilidad de proyectos como Vaca Muerta en el futuro dependerá de si se mantiene la imposibilidad de girar divisas al exterior y si el tipo de cambio se atrasa.

Ganadores

Las restricciones al acceso de divisas en un contexto de alta inflación reducen las posibilidades de ahorro de familias y empresas, incentivando la sustitución de consumo futuro por presente. En este sentido, en el cepo 2012-2015 la imposibilidad de resguardar el valor de los ahorros en un activo seguro, incentivó la dolarización a través de la adquisición de bienes y servicios valuados al tipo de cambio oficial. En este contexto y sumado a un fuerte abaratamiento relativo de bienes y servicios provenientes desde el exterior, fue que la venta de vehículos importados y el turismo emisivo crecieron significativamente hasta que se impuso un impuesto a la demanda de ambos sectores.

La versión 2019 del cepo aún no presenta ni la apreciación real del Peso, ni su consecuente brecha cambiaria, por lo que de mantenerse la situación actual, estos sectores no serían ganadores como en el cepo anterior. Asimismo, los incentivos a redireccionar ahorros hacia los durables no son tan fuertes, debido que actualmente existen todavía herramientas que por lo menos otorgan un rendimiento a la par de la inflación, como es el caso de los plazos fijos ajustados por UVA o los bonos indexados (CER).

Por su parte, el turismo receptivo no fue un ganador en el cepo anterior, pero tampoco fue un claro perdedor. Por un lado, la pérdida de competitividad cambiaria desalentaba el ingreso de turistas extranjeros (Argentina estaba cara al dólar oficial), pero a la vez, la amplitud de la brecha incentivaba a los viajeros a liquidar sus dólares en el mercado informal, haciendo valer en mayor medida sus ingresos y gastando más en pesos (con impacto principalmente en turistas provenientes de países limítrofes). Como contrapartida dichos dólares no ingresaban al circuito formal, debilitando las reservas del BCRA. En este sentido, la reciente devaluación posiciona de manera más favorable al turismo receptivo, por lo que, de mantenerse dicha competitividad, el sector sería uno de los ganadores.

Por último, una mención especial merece el sector de la construcción privada. Por un lado, el cepo cambiario tuvo efectos negativos sobre la actividad debido al fuerte desplome del sector inmobiliario: mientras menos unidades ya construidas se vendan, menos incentivos existen para la construcción de unidades nuevas. Sin embargo, por el otro lado, la actividad se vio beneficiada con los controles cambiarios, perfilándose como una opción de reserva de valor dolarizada.

En el actual cepo, a dichas condiciones hay que sumarle una mayor rentabilidad. En los últimos años subió el precio en dólares de las viviendas y se redujo significativamente el costo de la construcción en moneda dura a partir de la devaluación.

Los riesgos son altos

Más allá de que las restricciones cambiarias eran necesarias para frenar la caída de las reservas internacionales del BCRA y evitar la volatilidad del tipo de cambio, la medida trae consigo el riesgo de perder competitividad externa, en un momento donde Argentina necesita imperativamente aumentar sus exportaciones netas para solventar la deuda en moneda dura. La sintonía fina de la política cambiaria y monetaria desde el 10 de diciembre será determinante para confirmar el set de ganadores y perdedores de este nuevo ciclo de cepo cambiario.

 

Desafíos para revivir Vaca Muerta

A poco más de 1.200 km de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires se puede encontrar un microclima, un lugar ajeno a la tormenta que atraviesa la economía argentina: Añelo, la capital del shale. En la localidad neuquina no se ve capacidad ociosa, sino una capacidad sobrepasada. Edificios en construcción, tubos al costado de los caminos que serán utilizados para transportar agua hacia los yacimientos, torres eléctricas que proveerán luz a los parques industriales e imponentes torres de perforación en busca del oro negro, son algunos de los elementos que permiten ilusionarse con un futuro promisorio.

No es para menos. Añelo es solo una pequeña muestra de la promesa que significa Vaca Muerta: una formación de recursos hidrocarburíferos cuya superficie supera en 148 veces a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y que, en términos de reservas no convencionales, ubica a la Argentina en los primeros puestos a nivel mundial.

Hasta el momento se concesionó el 27% de la superficie y solo el 4% se encuentra bajo desarrollo. Sin embargo, esto alcanza para que los no convencionales representen cerca del 45% del total de gas producido en el país y cerca del 20% en el petróleo.

El desarrollo de Vaca Muerta comenzó en 2013 con el acuerdo de YPF con Chevron y Dow para explotar las áreas de Loma Campana y El Orejano. Ambas empresas, de origen estadounidense, trajeron el know how para extraer el shale a través de la fracturación hidráulica (fracking). A partir de entonces, primero gracias al Plan Gas (2012-15) y luego a la resolución N° 46-E (2017 en adelante), que otorgaron un precio estímulo a la producción de gas, se fueron sumando participantes. Finalmente, la actividad terminó de despegar en 2017 con un boom de inversiones realizadas en un contexto de mejora del precio internacional del petróleo y de reducción de los costos laborales (medidos en dólares) promovida por la devaluación del Peso y la concreción de un nuevo acuerdo laboral sectorial. Sin embargo, esta situación estuvo acompañada por un rápido aprendizaje de la industria petrolera argentina en el uso de la tecnología de fracking, acelerando la productividad y la reducción de costos.

Como contraste, el crecimiento exponencial de la actividad extractiva en Vaca Muerta presenta importantes desafíos y cuellos de botellas que deben ser superados si se pretende alcanzar un desarrollo masivo que permita un verdadero derrame sobre el resto de la población.

El primer desafío es el desarrollo territorial. El crecimiento del shale se traduce en un importante flujo migratorio de trabajadores que, junto a sus familias, se desplazan hacia las zonas de mayor actividad. Muestra de ello es que hoy entran más de 20 familias por día a la Provincia de Neuquén, atraídas por el desarrollo del shale. Por otro lado, sólo en Añelo, la población pasó de 3.500 habitantes en 2014 a 7.500 en la actualidad, a la que se suman 7.000 trabajadores flotantes. En 2024 se estima que la población se multiplicará por seis. Esta tendencia poblacional consolida una sobre-demanda en términos de acceso a la vivienda y a servicios básicos (educación, salud y transporte) que debe ser resuelta a través de una importante inversión social.

Al crecimiento poblacional hay que añadirle los conflictos sociales que emergen de esta dinámica. Por un lado, la creciente desigualdad de ingresos y el aumento del costo de vida (originados por el desacople de salarios entre el sector petrolífero y el resto de las actividades, además de la convergencia de los precios en línea con el primer grupo de trabajadores). Por el otro, el impacto e interferencia de la actividad en las pequeñas comunidades que viven en las zonas de los yacimientos, así como la competencia con las actividades agrícolas y ganaderas por el suelo y la mano de obra.

El segundo desafío se vincula con la capacidad nacional de proveer insumos y servicios demandados por la industria. Actualmente el mapa de empresas en la cuenca neuquinas se compone de casi 850 firmas que se distribuyen del siguiente modo: en un primer anillo, 17 empresas operadoras de las áreas concesionadas; en un segundo anillo, 30 firmas multinacionales de servicios especializados (como fracturas y perforación); en un tercer anillo, 800 empresas nacionales dedicadas a la provisión de servicios complementarios e insumos. Estas últimas, en su mayoría PyMEs, tienen una escala limitada para atender la demanda de la industria. Parte de este déficit se explica por la falta de financiamiento derivada de la coyuntura económica actual, a lo que se suma la velocidad del crecimiento de la actividad extractiva. También ilustra las discordantes velocidades la falta de servicios de luz, gas y agua en los dos parques industriales de Añelo, donde se radican 300 empresas prestadoras de servicios.

Por último, uno de los grandes cuellos de botella es la falta de capacidad de transporte y procesamiento del gas para su licuefacción y posterior exportación. De hecho, algunas empresas petroleras cerraron pozos o frenaron su actividad en el shale gas debido a la imposibilidad de dar curso a su producción. La necesidad de avanzar con el Gasoducto del Centro, que uniría Neuquén con Bahía Blanca y el Litoral, y poner en marcha la fabricación de una planta de Gas Natural Licuado, es imperativo para que la actividad no se detenga y alcance un desarrollo masivo.

En conclusión, llevar a Vaca Muerta a escala internacional y transformarla en uno de los epicentros de actividad, empleo y generación de divisas para Argentina, requiere la superación de importantes obstáculos. La condición insoslayable es lograr la estabilidad macroeconómica y brindar la seguridad jurídica necesaria para que estos proyectos de gran escala y maduración de largo plazo se concreten. No obstante, igual de importante es atender la coordinación y sinergia entre municipios, provincias y nación para impulsar el avance de la actividad en forma ordenada y eficiente, considerando las necesidades presentes y futuras de las comunidades.

 

Esta nota fue publicada en diario Perfil el 19 de octubre de 2019

Turismo en Argentina: ¿free walking tour?

La actividad turística es una de las pocas que se mantiene a flote en el actual contexto recesivo. Mientras que el PBI acumuló en la primera mitad del año una contracción del 2,5% anual, la actividad de hotelería y hospedaje creció 1,5%. Incluso, sin tener en cuenta las ramas de actividad beneficiadas por la cosecha récord, la hotelería fue el sector que más creció en el segundo trimestre de 2019.

Dicha dinámica obedeció al fuerte aumento del tipo de cambio real. La depreciación del Peso abarata en términos relativos los destinos nacionales frente a los internacionales, incentivando la llegada de turistas extranjeros y promoviendo, en el caso de residentes, la sustitución de destinos en el exterior por locales.

Las estadísticas provenientes de la Encuesta de Ocupación Hotelera (EOH) publicada por el INDEC dan cuenta de ello. En los primeros siete meses de 2019 la cantidad de noches que se hospedaron los viajeros no residentes en el país creció más de 15% anual, mientras que las pernoctaciones de argentinos cayeron 2,3%, éste último pese a que en el segundo trimestre crecieron 3% anual gracias al efecto Semana Santa que en 2019 fue en abril.

De manera adicional, mejoró el balance entre el ingreso y el egreso de turistas internacionales. En el acumulado a julio el arribo de turistas creció 19% anual y la salida de argentinos al exterior se redujo 16%. Aunque el saldo continúa siendo negativo, son más los residentes que salen del país que los extranjeros que ingresan, éste se redujo a la mitad: en los primeros siete meses de 2019 la brecha fue de poco más de 660 mil personas, mientras que en el mismo periodo de 2018 fue más de 1,4 millones de viajeros.

Esta reducción del saldo negativo de turistas trajo consigo también la contracción del déficit de cuenta corriente por turismo registrada por el BCRA. Durante los primeros ocho meses de 2019, la diferencia entre los dólares gastados por los extranjeros en el país y las erogaciones de los argentinos en el exterior arrojó un déficit de USD 3.191 millones, lo que frente al rojo de USD 5.564 del mismo periodo de 2018, significó una reducción del 43%. La mejora se dio en ambas direcciones: los egresos de divisas se contrajeron 34% anual y los ingresos crecieron 5%.

La competitividad cambiaria es necesaria, pero no suficiente

El mayor desafío que tiene por delante Argentina es generar ingresos genuinos de divisas para sortear la restricción externa y acrecentar la sostenibilidad de la deuda pública, denominada mayoritariamente en moneda dura. En este sentido, promover las exportaciones de turismo es una de las formas de ir en esa dirección. En 2018 el turismo representó el 7% de las exportaciones de bienes y servicios del país, ocupando el quinto puesto en sectores generadores de divisas, después de granos y oleaginosas, otros productos agropecuarios, industria automotriz y servicios basados en conocimientos.

El nivel del tipo de cambio real (cuán caro o barato es un país en relación a otros) es uno de los factores que determina el flujo del turismo internacional. En Argentina, la relación negativa se cumple para el turismo emisivo (si aumenta el tipo de cambio, cae la salida de residentes), con excepción de 2016 cuando, a pesar de que el tipo de cambio oficial sufrió una fuerte depreciación, la cantidad de argentinos que viajaron al exterior se incrementó. Esto se dio producto de la compra anticipada de viajes durante 2015, cuando el dólar oficial estaba “barato”, las expectativas de devaluación tras el cambio de gobierno eran generalizadas y cuando se preveía la eliminación futura del impuesto a la compra con tarjeta de crédito en el exterior.

En cambio, para el turismo receptivo la relación entre tipo de cambio real y cantidad de viajeros provenientes desde el exterior no es marcada. Más allá de los cambios experimentados en la competitividad-precio de la economía argentina en los últimos años, la cantidad de viajeros se ha mantenido en torno a los 200 mil promedio por mes. Esto ocurre porque la reacción de la demanda de turismo desde países limítrofes es sensible a los movimientos del tipo de cambio, pero la de los países no limítrofes es más inelástica, siendo que estos últimos representan más de la mitad del total de arribos al país.

Por caso, mientras que el tipo de cambio real multilateral entre enero y julio de 2019 se depreció 17% anual promedio, el ingreso de turistas provenientes de países limítrofes creció 30% anual y los residentes en países no limítrofes un 11,5%. En esta línea, la ventaja competitiva de una depreciación cambiaria se modera por el efecto distancia. Mientras más alejado esté el país de Argentina y mayor ingreso per cápita tenga ese país de origen, menos efecto tiene un aumento del tipo de cambio real.

En consecuencia, parece no ser suficiente un tipo de cambio real competitivo para aumentar las exportaciones por turismo. Más aun teniendo en cuenta que, más allá del efecto positivo que pueda tener sobre cantidades, la devaluación del Peso reduce el precio de los bienes y servicios que adquiere el turista en el país, pudiendo generar una disminución del gasto total si el aumento en cantidades no compensa la disminución del precio. Ejemplo de ello es que, la cantidad de arribos por los aeropuertos de Ezeiza y Aeroparque creció 19% anual en el primer semestre de 2019, pero el gasto medido en dólares que hicieron dichos turistas en el país casi no se modificó (-1,6%). Sin embargo, también es cierto, que aunque el ingreso de dólares haya sido casi el mismo, estos dólares compran más bienes y servicios en el país que un año atrás, movilizando la actividad turística.

¿Cuáles son las perspectivas?

Para que el turismo se configure como un sector capaz de aportar de forma significativa a la generación de divisas son necesario medidas adicionales a un tipo de cambio real alto. Por un lado, mayor estabilidad macroeconómica que otorgue previsibilidad a la oferta para llevar a cabo inversiones. Por otro lado, incrementar la inversión en infraestructura para aumentar y mejorar la conectividad de las ciudades argentinas. Por último, acrecentar las acciones de promoción turística para recuperar el podio de arribos en la región y acortar el efecto distancia respecto a los países que no son limítrofes. El incremento de turistas de dichos países es importante para reducir el déficit de divisas por turismo, dado que un viajero residente en Estados Unidos, Canadá o Europa gasta por viaje en el país 2 veces más que un turista brasilero.

En esta línea, es importante remarcar que las nuevas restricciones de acceso al mercado cambiario formal operan en contra de cerrar el déficit de cuenta corriente por viajes. La implementación de controles genera una brecha entre el dólar oficial y el informal que puede incentivar a turistas de países limítrofes a liquidar sus dólares físicos en el mercado paralelo, afectando de esta manera la oferta en el circuito formal.

En conclusión, el turismo en Argentina continuará siendo uno de los pocos sectores que crezca pese al contexto recesivo, pero para que ese crecimiento se consolide en el mediano y largo plazo serán necesarios cambios más estructurales que permitan aumentar la oferta, al tiempo de generar un mayor atractivo internacional por los destinos argentinos.

Balance de pagos y FMI, ¿una crisis que podría ser peor?

En 2018, el balance de pagos de nuestro país cambió drásticamente su composición: desde que se cortó el ingreso de capitales financieros, la cuenta corriente debió achicar su rojo –ya no financiado por el resto del mundo- y los capitales privados cedieron terreno en la cuenta financiera a los organismos multilaterales de crédito, esencialmente el FMI.

De esta forma, se entiende que el déficit de cuenta corriente haya pasado de USD 8.500 millones en el segundo trimestre de 2018 a USD 2.600 millones en igual período de 2019. Esta baja estuvo explicada por la reversión del saldo de bienes y servicios, que pasó de un rojo de USD 4.300 millones el año pasado a un superávit de USD 2.700 millones este año. Lamentablemente, esta reversión obedeció más a un desplome de las importaciones (-28% i.a. en bienes y -21% i.a. en servicios) ya que las exportaciones avanzaron significativamente menos en el caso de los bienes (+7% i.a.) y se redujeron en el de servicios (-3% i.a.).

A contramano, el apartado rentas profundizó su rojo (+14% i.a., llegando a USD 5.300 millones), producto de una mayor salida de inversiones de cartera (+19% i.a., orillando USD 2.900 millones) a la par que el egreso neto de inversión extranjera directa se atenuó un 12% i.a., rondando USD 1.650 millones. Sin embargo, y como se desprende de la oración anterior, esto no alcanzó para evitar el mayor déficit por inversiones de cartera.

Con estos números, la cuenta corriente acumuló un déficit de casi USD 16.000 millones en los últimos cuatro trimestres (3,3% del PBI), un número sensiblemente menor a los USD 35.500 millones (5,6% del PBI) acumulados entre la segunda parte de 2017 y la primera de 2018, justo antes de que la crisis cambiaria y financiera que azota a la economía comenzara a manifestarse. En consecuencia, el stress sirvió para llevar a nuestra economía a un terreno más ajustado que, entendemos, es también más sostenible.

Por su parte, la cuenta financiera arrojó un ingreso neto de dólares a nuestro país de USD 3.300 millones por parte de no residentes, una caída mayor a 60% i.a. respecto a igual período del año pasado. De los USD 3.300 millones que ingresaron este año, alrededor de USD 10.800 millones los aportó el FMI, de modo que entre el sector privado y otros organismos financieros internacionales salieron capitales por USD 7.500 millones. Esto marca la centralidad del organismo multilateral con sede en Washington y cómo sus dólares permitieron que, ceteris paribus, la crisis cambiaria no se agravara –o materializara más rápido-.

Es importante notar esto ya que, a diferencia de las divisas del sector privado que bajo ciertas condiciones podrían ingresar constantemente –tal como muchos asumieron en 2017-, los desembolsos del FMI tienen una duración pautada. En consecuencia, si no reaparecen los capitales privados, lo que a esta altura parece más que probable, el ajuste del déficit externo continuará en los próximos trimestres, y posiblemente también años. Dicho de otro modo, el ajuste de la cuenta corriente llegó para quedarse. Ojalá lo haga por una vía de mayores ventas, de lo contrario, deberemos restringir –o cambiar- nuestro consumo.

 

Caída libre en la mayoría de los sectores

El nivel de actividad en el segundo trimestre de 2019 mostró un crecimiento del 0,6% i.a. pero acumuló una caída del -2,5% i.a. en el primer semestre del año. Entre los 13 principales sectores (que acumulan el 75% del Valor Agregado Bruto) solo dos se encuentran en expansión, otros dos bajo recuperación y el resto en contracción.

De no haber sido por la expansión del 46% i.a. del sector agropecuario, la actividad hubiese profundizado su caída hasta el 4,1% i.a.

Sectores en contracción

Se destacan las actividades ligadas principalmente al consumo en el mercado interno y las actividades proveedoras de insumos para el resto de los sectores. En este sentido, producto del fuerte deterioro del poder adquisitivo del salario, que promedió una caída del 10% i.a. en el trimestre, servicios tales como comercio, electricidad, gas y agua, servicios sociales y comunicaciones, consolidan su recesión. Al mismo tiempo, la construcción y el sector inmobiliario muestran significativas caídas en un contexto de inestabilidad cambiaria y elevadas tasas de interés. Por su parte, la actividad de intermediación financiera se mantiene paralizada, debido al racionamiento del crédito y la industria química se ve fuertemente golpeada por la caída de la demanda de sus sectores clientes, vinculados principalmente al consumo masivo.

Sectores en recuperación

Es posible ver una incipiente recuperación en los sectores de la industria alimenticia y del transporte, vinculados al récord de producción agrícola y al aumento de las exportaciones de carne vacuna. De todas maneras, es posible que esta reactivación no se consolide en la segunda parte del año, debido a que el efecto positivo de una cosecha récord se irá disipando y el consumo interno continuará en terreno negativo en lo que resta de 2019.

Sectores en expansión

Únicamente dos sectores se encuentran en expansión y son los vinculados a la actividad extractiva: agricultura y petróleo y gas. En esta línea, tanto la cosecha agrícola como la explotación de Vaca Muerta amortiguan la recesión generalizada de la economía.

En el caso de la agricultura, la cosecha de los principales cultivos del país logró alcanzar un récord y la producción creció 25% i.a. (considerando soja, maíz, trigo y girasol), luego de la sequía sufrida en 2018.

Por su parte, el crecimiento del sector petrolero se debe principalmente al impulso de los hidrocarburos no convencionales en Vaca Muerta. En junio, la producción de gas fue la más alta en los últimos 11 años y la producción de petróleo acumuló 16 meses de crecimiento ininterrumpidos.

Un piso de cristal

Aumentó el empleo y el desempleo

El PBI logró una suba del 0,6% i.a. en el segundo trimestre de 2019, por lo que estuvo lejos de compensar la caída de la primera parte del año (-5,6% i.a), concluyendo el primer semestre con una contracción del 2,5% i.a. En línea cin este deterioro, según la Encuesta Permanentes de Hogares (EPH) la tasa de desocupación llegó a 10,6% de durante el segundo trimestre del año (+1 p.p. en la comparación interanual).

Sin embargo, la tasa de ocupación también creció y se ubicó en 42,6% (+0,7 p.p. i.a.). Esto implica un aumento de 2,7% i.a. en el nivel de empleo. Esta dinámica, a priori, que podría parecer incongruente, se debe a que al mismo tiempo se dio una expansión de la Población Económicamente Activa (PEA): los participantes del mercado laboral se incrementaron 3,9% i.a.

¿Por qué la economía se achica y el empleo crece?

La contracción de la economía durante la primera mitad del año induce a pensar que el nivel de empleo se debería haber movido en la misma dirección. Sin embargo, si bien la tasa de desocupación (10,4% de la PEA) creció en el primer semestre (+1 p.p. en relación a los primeros seis meses de 2018), esto no se correspondió a una caída en el empleo (+1,7% i.a), sino a una expansión de la PEA (+2,8% i.a.). Esto significa que entraron más personas al mercado laboral y no todas lograron conseguir un empleo.

La PEA creció por el efecto trabajador adicional. Esto ocurre cuando el miembro de un hogar cuyos sus ingresos reales familiares caen (durante la primera mitad del año el poder adquisitivo cedió más de 10% i.a.), y que en pos de recuperar al menos parte del ingreso perdido, tiene incentivos para salir a buscar empleo. Lamentablemente, considerando que durante el primer semestre el empleo asalariado formal en la población de referencia se mantuvo sin cambios en relación a al mismo periodo del año pasado, es probable que los “recién llegados” al mercado de trabajo -con menor experiencia o formación- hayan tenido como destino la subocupación y los puestos de trabajo de peor calidad. De hecho, esto es lo que parece haber sucedido: en un contexto de estancamiento del empleo de calidad, el crecimiento de la cantidad de ocupados se debe al avance de la informalidad y el cuentapropismo. Combinadas, estas modalidades -asociadas a una mayor precariedad y menores remuneraciones- exhibieron un incremento de 3,4% i.a. en la primera mitad del año.

En relación a esto último, los trabajadores pretenden obtener mejores empleos, con mayor seguridad laboral e ingresos, por lo que imponen, junto a la creciente masa de desocupados, una mayor presión sobre el mercado laboral. En este sentido, en línea con la caída de los salarios reales, desde fines del año pasado hay un aumento significativo de la cantidad de personas que demandan un empleo, dentro de los cuales se destacan los trabajadores ya empleados que buscan conseguir un nuevo puesto para apuntalar sus ingresos y/o abandonar la informalidad. Dicho de otro modo, pese a la mejora en el nivel de empleo, su calidad sigue en retroceso. El deterioro del mercado laboral es la principal causa detrás de la caída de la actividad.

 

¿Qué esperamos para lo que resta del año?

En el segundo trimestre de 2019, el PBI registró en la medición desestacionalizada un leve retroceso del 0,3% respecto al primer cuarto del año, acumulando dos trimestres consecutivos de estancamiento. De esta forma, aunque la recesión iniciada a principios de 2018 se detuvo en la primera parte de 2019, la actividad no mostró signos de reactivación.

La situación empeora aún más con las perspectivas para el segundo semestre del año. La tercera corrida cambiaria en la era de Cambiemos echó por tierra cualquier posibilidad de recuperación de la actividad en el corto plazo. La nueva escalada del tipo de cambio, la consecuente aceleración de la inflación y el aumento de la tasa de interés de referencia, rompieron el piso de la recesión logrado en la primera parte del año.

A diferencia de lo que se preveía antes de las PASO, el salario continuará perdiendo terreno frente a los precios, golpeando aún más el poder adquisitivo de las familias y profundizando la caída del consumo, lo que probablemente agrave la precarización del mercado de trabajo. Al mismo tiempo, el aumento de la tasa de interés y la incertidumbre respecto a las políticas a tomar por un posible nuevo gobierno, paralizan cualquier tipo de inversión productiva.

Las exportaciones continuarán siendo un atenuante de la recesión ante la mejora del tipo de cambio real, aunque los nuevos controles sobre la liquidación y el giro de divisas al exterior, actúan como desincentivos para su crecimiento.

Esta dinámica no prevé un cambio de composición en el mercado de trabajo en el corto plazo, incluso es posible que se acentúe. La proliferación de los puestos de trabajo informales y de las actividades cuentapropistas continuará ganando terreno, en tanto no se observe una reactivación económica que permita un aumento del empleo de calidad.